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FACULTAD DE MEDICINA

LOS MALES DE LA MEDICINA

DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*

Uno de los males que padece el ejercicio de la medicina, es la que llamaré terapéutica agresiva. Me refiero al empleo inmoderado de innumerables drogas, a la exageración disparatada de dosis de medicamentos y a la ejecución excesiva de intervenciones quirúrgicas.

Las recetas de algunos colegas, son llenadas con detalles inverosímiles, verdaderas baterías de medicamentos por todas las vías imaginables, que serán asestadas día y noche. Como anécdota recuerdo a un humilde paciente: le recomendaron una lista de alimentos prohibidos que él ni siquiera conocía y los pocos autorizados, le resultaban imposibles por costosos. Estas providenciales limitaciones en la alimentación, no caben por desgracia en los medicamentos, porque todo lo que el medico receta, se puede adquirir en las farmacias, aunque para comprarlas se tenga que empeñar hasta la camisa.

Del amplísimo armamentario de medicamentos, apenas unos cuantos son efectivos, quedando los demás como de efecto dudoso. En el siglo XVlll se empleaba la piedra bezoar, los polvos de granate y las sanguijuelas, con justificaciones que hoy pueden resultar ridículas. Pero no nos hagamos ilusiones, quizá en el futuro juzguen igual, o peor, los remedios que hoy son del repertorio habitual.

Muchos médicos suponen que curar es aplastar con cerros de medicamentos, cada una de las molestias que tiene el enfermo; vana ilusión; la medicina sintomática ya está superada. Cada día tenemos más claro que hay malestares que no sólo no deben ser suprimidos, sino que lo prudente y científico es respetarlos, pues representan estados de defensa de un organismo débil, que sólo así podrá sobrevivir.

La idea de que la enfermedad es un enemigo que debemos aniquilar pertenece al pasado. En otras palabras hay enfermedades "respetables", es decir enfermedades que, con cautela, debemos controlar; tal el caso de la hipertensión, diabetes y algunos padecimientos reumatológicos. Por la misma razón hay gordos que se desbaratan, intentando dejar de serlo, y flacos obsesionados por aumentar de peso, sin comprender que si en efecto lo hacen, mermarían su calidad de vida.

En el fondo, hay necesidad de cierto grado de enfermedad para seguir viviendo; debemos ser suficientemente inteligentes para aprender a convivir con algunas molestias, tolerables sí, pero al fin molestias. Debemos estar suficientemente listos para entender que hay padecimientos, sobre todo los llamados cronicodegenerativos, que bien entendidas, pronto aprendemos a lidiar con ellos, con una calidad de vida cercano a lo saludable.

Mucho tiene de bélico, el ímpetu que muestran los médicos, cuando esgrimen la pluma o el bisturí. Muchos pacientes se fascinan por la abundancia en el recetar y caen en el error de pensar que los mejores médicos, son los que más recetan o más operan; con esos supuestos, buscan al más recetador, que es lo mismo que buscar un agresor que, aparte de violento, es costoso.

En estos tiempos, la manía de los enfermos por ser desaforadamente recetados, adquiere proporciones graves. Cuando en los medios de comunicación, recomiendan remedios con cualidades curativas que no tienen; antes que el médico desenvaine la pluma para recetar, el paciente o sus acompañantes, se adelantan a sugerir la conveniencia de algún producto medicinal anunciado, con cualidades casi mágicas.

El celo inmoderado por el prestigio profesional, ha llevado a algunos médicos a informar con lujo de detalles toda una gama de posibles complicaciones. Antaño para el paciente y su familia la faringoamigdalitis era un accidente leve, hoy, se informa que posiblemente se complique con inflamación del corazón, infección del riñón y mucho más; claro que es posible que todo esto pase, es cierto, pero a esos médicos, yo los comparo con todo lo negativo que tendría el advertir en un aeropuerto, antes de tomar un vuelo, la posibilidad de que fracase el despegue, falle el tren de aterrizaje, se extravíe el equipaje, se caiga de la escalera y se fracture una pierna, secuestren el avión o sufra un atentado terrorista.

Es reprobable que en aras de cuidar la reputación profesional, el médico caiga en el exceso de información, que lo único que logra, es preocupar al paciente y su familia. Yo opino que las complicaciones nunca deben tomar por sorpresa al médico, pero sí al enfermo. El médico debe procurarlo así, y si corre riesgo su reputación, debe resignarse, por eso es médico, El medico dogmático, esclavo de su reputación, ignora que la reputación de un médico, si para algo sirve, es para jugársela cada vez que sea necesario a cambio de mantener alta la moral y el ánimo de los enfermos y una actitud así, será siempre buena medicina porque a veces es lo única que es posible recetar.

*Traumatólogo. Profesor de Ortopedia en la Facultad de medicina UA de C, Torreón

La próxima colaboración será del Dr. Pablo Ruiz Flores, Genetista.

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