Columnas la Laguna Columnas La Laguna Editorial

FACULTAD DE MEDICINA

LA NECESIDAD DE INVESTIGAR

DR. EVARISTO JAVIER GÓMEZ RIVERA*

El éxito social de la medicina es innegable, pero se percibe con cierta angustia porque, tras la brillantez de las conquistas, se debilita la investigación que debe alimentarla.

El crédito que da la sociedad al médico no corresponde a la pura eficacia del arte de curar. La medicina ha progresado. Algunas causas de muerte, antes inatacables, han sido vencidas; muchos dolores, antes inexpugnables, se dulcifican con facilidad. Sin embargo, cuando somos testigos de los elogios que impresionan a los profanos, nosotros, los médicos, debemos pensar lealmente, que de todos los enfermos que acuden al hospital, hay que apartar una gran cantidad de casos que no sabemos curar y que a lo sumo aliviamos de manera artificial y transitoria. Esos cantos de sirena debilitan el espíritu y alejan las posibilidades de progreso.

El éxito social de la medicina es la causa del debilitamiento en la investigación científica; el curar un dolor, el operar brillantemente tienen recompensa, por una parte la gratitud del paciente, por otra, la remuneración material, a veces espléndida. Sin embargo, el médico que camina por esa senda llena de flores (con sus espinas, claro está) acaba por olvidar que no sólo ejerce una ciencia aplicada, sino que tiene el deber y la obligación de contribuir a su progreso, con alguna aportación, por modesta y simple que sea.

Los jóvenes, alucinados por la brillantez de la profesión médica, acuden a la Facultad para aprender la técnica de curar, y rara vez piensan en contribuir con nuevas aportaciones, para descubrir las verdades de la biología humana, porque es de allí, de donde se alimenta la práctica médica.

En cuanto se rompe el delgado equilibrio en el modo de curar, deja de unirse al hilo de la experimentación, a las observaciones rigurosas, a las hipótesis racionales. Entonces se cae fácilmente en la magia y la charlatanería; el triunfo continuara, persistirá la actitud de aliviar el dolor humano, pero detrás de todo, la marcha de la verdad se habrá paralizado.

Comprendo que la investigación no es patrimonio de cualquiera; se necesitan dotes especiales: vocación de acero, profundo y hasta heroico desinterés y sobre todo, buscar la posibilidad de investigar; porque investigar requiere una organización difícil y costosa, es lo más caro que hay en el mundo científico, y esa organización no puede, ni debe estar abierta para todos, son pocos los elegidos.

Olvidamos que el progreso de la medicina, no depende sólo de la difícil y costosa experimentación, sino también de la modesta y barata observación del enfermo, cuando no se hace de rutina, sino con espíritu científico, basta ver con ojos de investigador, lo que la naturaleza, nos presenta en forma de dolor.

Los médicos que después de años de ejercicio profesional no han encontrado ,un detalle nuevo que añadir a su trabajo, aquellos cirujanos con copiosas estadísticas, que en sus operaciones hacen lo mismo que los otros, sin agregar algún gesto nuevo, modificando un instrumento o inventando uno, dando un sesgo distinto, a éste o aquel detalle operatorio, faltan a un deber primordial: son usuarios abusivos de una ciencia que les permite ganar la vida y la gloria, pero no contribuyen a engrandecerla con sus aportaciones, porque la verdad no sólo está en la investigación y la experimentación, sino también, en la simple y fecunda observación clínica de los enfermos.

El médico debe observar y estar dispuesto a la duda y la crítica, porque la verdad científica llegará por diversos caminos, y una es, oponiéndose a la verdad misma; hasta la fe se depura y fortalece dudando; el médico fue el primero que no creyó en lo que veía y empezó a imaginar obstáculos y variantes, y así alcanzará la verdad verdadera; así se trabaja en la investigación científica.

Habitualmente el médico queda alucinado por el arte de curar, siente que el dolor humano reclama su presencia. Pero curar así, puede no ser científico; porque en su prisa deja de lado la observación clínica, el análisis, y la información científica. Debe llevar consigo un freno permanente a su generosidad, y ese freno se llama crítica científica.

La crítica científica es un control automático de actos y pensamientos, no es una aduana que funciona de vez en cuando, es como la conducta de los hombres buenos, que obran bien por instinto, sin necesidad de consultar en el catecismo la lista de virtudes y pecados para planear sus actos, según convenga.

*Traumatólogo. Profesor de Ortopedia en la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.

La siguiente colaboración será del Dr. Juan Gerardo Lazo Sáenz, Otorrinolaringólogo.

Leer más de Columnas la Laguna

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas la Laguna

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1234992

elsiglo.mx