Festejar la violencia
En México nos gusta celebrar la guerra y la violencia. Lo hacemos en el himno nacional que abre con las palabras: Mexicanos, al grito de guerra… Lo hacemos también al festejar la Independencia no en conmemoración de la firma del acta de la Independencia, el 28 de septiembre de 1821, sino del inicio de la rebelión armada de Miguel Hidalgo, 16 de septiembre de 1810.
De la misma manera, cada 20 de noviembre el gobierno mexicano celebra el inicio de la Revolución Mexicana de 1910, un movimiento armado que dejó un millón de muertos por violencia y epidemias y que significó también un fuerte retraso en la economía nacional. El país sólo alcanzó la paz cuando se consolidó un nuevo régimen surgido de un acuerdo entre los líderes revolucionarios, pero estos no establecieron una verdadera democracia, sino un régimen de partido único que duraría hasta finalizar el siglo XX.
México no es el único país del mundo en el que se celebra la violencia. El himno nacional de Francia, La Marsellesa, es un canto a la rebelión armada: ¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad un batallón! Los franceses festejan su fiesta nacional el 14 de julio, en el aniversario de la sangrienta toma de la Bastilla de 1789. También olvidan el resultado de esa rebelión que derrocó la monarquía y ejecutó en la guillotina al rey Luis XVI en 1793. Siguió a este hecho un verdadero reino de terror en el que miles de personas fueron guillotinadas por no ser del agrado de los nuevos líderes políticos del país. Al final Napoleón Bonaparte se hizo con el poder de manera unilateral y se coronó emperador. La rebelión contra la monarquía creaba una nueva monarquía.
La experiencia nos dice que los acuerdos políticos pacíficos son más eficaces que las rebeliones armadas para impulsar el avance de un país. La Independencia de México se logró con el acuerdo entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero simbolizado por el abrazo de Acatempan. Tras el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón en 1928, la decisión de Plutarco Elías Calles de formar un partido político con todos los líderes revolucionarios fue el inicio de un período de tranquilidad y crecimiento económico, aunque no le dio al país una verdadera democracia.
La rebelión violenta de 1810 y la Independencia de 1821 frenaron el desarrollo del país. De hecho, la economía nacional sufrió un prolongado período de contracción desde 1810, que no se revirtió hasta la década de 1880, cuando el gobierno de Porfirio Díaz le dio nuevamente estabilidad política al país.
La rebelión armada que empezó en 1910, por otra parte, generó no sólo batallas sangrientas, sino matanzas de civiles inocentes. Las haciendas productivas fueron ocupadas y saqueadas por los revolucionarios. Hubo un colapso del sistema financiero. Los gobiernos revolucionarios emitieron sus propios billetes, los llamados blimbiques, que generaron inflación. No fue sino hasta bien entrada la década de 1920, y por influjo de Estados Unidos, que la economía se recuperó.
En la mayoría de los casos, los procesos pacíficos y democráticos logran mejores cambios que las revoluciones sin disrupciones económicas ni tragedias humanitarias. Pero quienes escriben la historia oficial siempre piensan que hay más gloria en un cambio que mate a inocentes y destruya actividad económica, quizá porque no han perdido a seres queridos en esas guerras.
Twitter: @SergioSarmiento