Bendiciones y buenos deseos
Las bendiciones y los buenos deseos son la parte noble de los seres humanos, son expresiones de bondad y de bienaventuranza que transmiten amor y bienestar para todos y en especial para los parientes y seres amados; pero, ¿Qué tanta voluntad se tiene para pasar de lo dicho; o del deseo, a los hechos? ¿Qué tan dispuestos estamos para demostrar verdaderamente lo que expresamos, cuando las condiciones lo requieren y sobre todo, cuándo los demás nos necesitan? Lo más sencillo y barato es repartir bendiciones y nuestros mejores deseos. Lo acabamos de ver apenas en esta temporada navideña en donde las bendiciones se desbordaban por las redes sociales y por otros medios. Una cadena tras otra se transmite a una velocidad impresionante, oraciones y pensamientos de bondad van y vienen, todos las comparten.
La realidad es diferente, no bastan los buenos deseos si estos no tienen soporte, para muchos no bastan las buenas intenciones, participar y aportar es lo importante. Hay quienes ayudan en la medida de sus posibilidades; esto es mil veces mejor a decir: “Dios quiera y te recuperes pronto”. Es triste saber que en clínicas y hospitales hay enfermos abandonados; viejos inservibles que para unos dejaron de ser importantes; presos solos y desamparados; hijos de amores extraños, relegados a su destino; mujeres, perdidas en el infierno de ¿una vida mejor? y hombres machos inmorales, destrozando vidas y destinos de personas inocentes. Hay tantas injusticias que no se pueden resolver o remediar solo con buenas intenciones.
Celebro a las personas que tienen el valor de pasar de los deseos a los hechos, a las personas activas que están dispuestas a compartir con los demás, una parte de lo que Dios les ha regalado; celebro con sinceridad a quienes a pesar de la adversidad, todavía tienen fuerzas y valor para superarse; celebro a quienes sin esperar nada a cambio, saben que lo poco o mucho que comparten es de gran utilidad a diferencia de otros que solo envían tarjetas navideñas y otros mensajes de buenos deseos. Celebro a quién por costumbre da de comer al hambriento, de beber al sediento, al que hace algo a favor de los desamparados, a quien visita con frecuencia a sus enfermos y visita de muy buena gana y con regularidad a sus amigos o parientes presos.
A Dios le dejamos gran carga de trabajo que a nosotros nos corresponde hacer y no se vale, hasta inventamos oraciones, cánticos y alabanzas para pedirle favores posibles, de problemas cuya solución pudiera estar a nuestro alcance, pero que por falta de responsabilidad, por abandono o por no batallar, los hacemos imposibles. Hay quién dice; “Pues no sé nada de él (o de ella), pero donde quiera que esté, Dios me lo (la) ha de cuidar” y así, hay quien no se interesa por saber en dónde está o como o en qué condiciones vive o se encuentra un amigo, pariente o un ser querido, pero “bondadosamente” se lo encargamos a Dios para que lo cuide.
Hay que transformar los buenas intenciones a hechos, para disfrutar un mundo en mejores condiciones, por el bien de todos y de nosotros mismos.
Juan Antonio Aguilar Tello
Torreón, Coah.