Adiós Papa Francisco; y ahora ¿qué sigue?
Seis intensos días de actividad, catorce discursos, mucha emoción, muchas lágrimas, muchos cantos, gritos, aclamaciones, bendiciones, silencios, oración, y como colofón, una sentida despedida del Papa, y al Papa. Todo estuvo muy bien. Pero ¿Qué sigue ahora? ¿Será el Papa Francisco un Juan bautista más que mañana diga “Soy la voz que clama en el desierto porque todo se habrá olvidado, todo volverá a la “normalidad”, y nada cambiará en México? Sería en verdad muy triste que tanta preparación, tanto esfuerzo, tanta difusión, tanto cansancio del Papa, haya sido inútil. Sería muy triste que su voz abierta a todos, clara, precisa, bondadosa pero firme, nos haya sacudido la conciencia para que al final permanezcamos indiferentes.
Sería muy triste que los obispos (algunos) sigan con sus ínfulas principescas, en vez de ser obispos “de mirada limpia, de rostro luminoso, de alma trasparente, capaz de reflejar la ternura de Dios”. “En la mirada de ustedes el pueblo mexicano debe encontrar la huella de quien ha visto al Señor”, les dijo el Papa.
Sería muy triste que los sacerdotes, religiosos y religiosas permanezcan encerrados entre las paredes de sus templos o sus monasterios, “atrincherándose en las sacristías”, por resignación, por miedo, o porque se olvidan de que es en el mundo y no en el templo donde el hombre se juega su destino eterno. “Vivir rezando y rezar viviendo” es la consigna. “¡Hay de nosotros si no somos testigo de lo que hemos visto y oído”. Dijo enfático y emocionado el Papa.
Sería muy triste que los políticos sigan siendo (la mayoría) los cínicos y corruptos de siempre, que se regodean en sus privilegios y se adueñan de los bienes que les han sido confiados para el bien común, en vez de ser “los dirigentes que con honestidad y responsabilidad, guíen los esfuerzos de todos en la causa de promover el desarrollo nacional”.
Sería muy triste que los jóvenes sigan siendo los mismos jóvenes superficiales e irresponsables que se dejan desvalorizar, los ricos por ser “hijos de papi” y creer que valen por vestir ropa de marca o por traer carro y celular último modelo, y los pobres que por buscar el dinero fácil se dejan tratar como mercancía, en vez de ser los forjadores de su propio destino. “No podemos sentir el mañana si primero uno no logra valorarse”. No se puede perder la dignidad por los valores que nos hace aceptar y asumir algo “que seduce con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón”.
Sería muy triste que los empresarios y sigan siendo (con honrosas excepciones) “los esclavistas de nuestros días, que mantienen la visión de tener la mayor ganancia posible a cualquier costo”, los que explotan a los trabajadores con largas jornadas de trabajo y salarios paupérrimos que no permiten tener una vida digna a las familias, en vez de “ser generadores de trabajos dignos y útiles para la sociedad, trabajos que sean una instancia humanizadora y de futuro”. “La doctrina social cristiana nos ayudará a todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición”
Sería muy triste que nada nosotros, los mexicanos que aclamamos, nos emocionamos, gritamos, lloramos con él, y también los que dialogaron, opinaron, criticaron, se opusieron, insultaron, no advirtamos que los mensajes del Papa no son exclusivos para los fieles de una religión, que son para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sean creyentes o no: “Un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común y en el respeto a la dignidad humana”. “En la construcción del “santuario de la vida” (México y el mundo) nadie debe quedar fuera, todos somos necesarios”. La tarea de construir la “civilización del amor”, como él la llamó, es responsabilidad de todos, nadie debe quedar al margen. Es necesario que todos tomemos nuestro lugar en una realidad que se impone, “que nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad en la construcción del México que queremos”.
El fracaso no será por culpa de ser o no creyentes, será por nuestro egoísmo, será por nuestra indiferencia, será por oponernos o resistirnos, por las razones que sean, a una renovación que es impostergable.
Dr. Rodolfo Campuzano,
Comarca Lagunera.