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En aquella ciudad...

Recuerdo bien el Torreón de los ochenta. Lo caminé 8,972 veces. Sabía de memoria cada una de sus calles y avenidas. Ir y venir en un solo día para moverse de escuela a trabajo y de trabajo a casa. Desplazarse en camión, era de lo más sencillo. La vida cotidiana transcurría en cumplir con la tarea durante una tarde haciendo consultas en la biblioteca. Para aprender algo más estaba la “Casa de la Cultura”.

Salir al cine, tomarse una nieve, asistir a misa los domingos; correr al centro a buscar la mercería, las zapaterías, los libros. Y en el Mercado Juárez para los tiempos de cuaresma y navidad. Ibas de un lado a otro para hacer compras, primero con Tencha la de la tiendita, con Luis el de la tortillería, con Don Manuel el de la carnicería y comprar el pan con Lupita.

Aquí en mi ciudad, no se necesitaba conocer más, era suficiente aquella filosofía de vida. Era simple, una vida sencilla en una ciudad sencilla. Caminar, andar en bicicleta por esas calles amplias y bien trazadas sin el menor apuro. La clase media éramos todos. La vida económica no se traducía en cifras, no se pensaba en una política de transparencia, no había un convenio anticorrupción, ni encuestas de vulnerabilidad social mucho menos hacer organismos civiles. Un código rojo era sólo para “Rambo”. Las reformas estaban en las aulas de la clase de Historia.

Política y sociedad era el noticiero de “24 Horas” con Jacobo Zabludovsky y “Siempre en Domingo” con Raúl Velasco. El gobierno no era interpretado, la ciudadanía era ajena y ajeno era el ciudadano. Nuestra conciencia civil se traducía en hacer lo que te toca en el momento que debía de ser, ni antes ni después.

Las autoridades eran nuestras, participación era ser del mismo equipo. Aparentemente, era una sociedad funcional. Aquello solía ser así, pasaba mucho y se hablaba poco. Los gobiernos locales eran fantasmales impulsados discretamente desde la butaca presidencial en turno, cuestionar no era lo nuestro.

La gresca solía ser contra “José López Portillo”, “Miguel de la Madrid” y “Carlos Salinas de Gortari”. Nuestras miradas eran ocupadas por esos personajes de la TV nacional. Aquellos años hablar de desarrollo era la desconfianza que provocaba el TLC (Tratado de Libre Comercio). Sin el menor asombro compartíamos información de segunda mano. Al paso de los años evolucionó nuestra mesura.

El crecimiento de la urbanidad se asomaba a otro ritmo. Se reiniciaba con nuevos modelos de convivencia. La oleada de simplezas que era antes el diario vivir fueron cediendo para dar paso a la otra historia que al parecer siempre había estado ahí. El olfato crítico aumentó. Nos dimos por enterados del ideal de otro escenario más conveniente a las exigencias creadas e implementadas de cada quien. Gobierno y sociedad hizo lo que tenía que hacer. Hacia afuera removimos la basura, dividimos y estructuramos cada uno a nuestra conveniencia.

En medida de la voluntad y caprichos de intereses se distorsionaron las funciones. Cada quien en su propia trinchera, formulan preguntas para crear nuevas respuestas. Inevitable seguirá siendo el panorama, de principio a fin es la confirmación de la evolución social. Como lo seguirá siendo las mil y una historias que serán contadas en el día a día del Torreón de hoy.

Patricia González,

Torreón, Coahuila.

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