Penoso parque del Manto de la Virgen
Desde hace ya varios años, la Plaza del Manto de la Virgen, ubicada al oriente de la ciudad, justamente frente al recién inaugurado Hospital General de la ciudad; ha sido mi lugar recurrente para caminar o hacer ejercicio. Sin embargo, en los últimos años ha padecido la amnesia de la actual administración municipal, ya que no sólo es la falta de limpieza de tan transitado parque, la que desalienta a quien pase por ahí, sino lo más grave, la usencia de un sistema de riego que permita dar vida a los esmirriados árboles que a pesar de todo se aferran a ésta, con la esperanza de que un buen día, al menos una nube les haga el favor y renueve su esperanza, pues por lo visto el Departamento de Parques y Jardines, sólo tiene presupuesto para cubrir su nómina o para atender los parques o plazas consentidas; a pesar de que nuestro impuestos y la carga tributaria que pesa sobre el ciudadano, se exige sin distingos.
Lo más grave de la situación es que esta plaza es camino obligado de una gran cantidad de personas que por motivos de salud, debe recurrir a los servicios del Hospital General, así como de todos los estudiantes y empleados de la Universidad Tecnológica de Torreón, que deben transitarla para llegar a su centro de trabajo.
Resultan irónicos y hasta ofensivos los letreros que se leen en las áreas destinadas a estar cubiertas de césped, plantas y arbustos; cuando lo único que podemos ver es tierra suelta, basura y árboles secos o a punto de morir.
A ver si un día de éstos la autoridad municipal se digna a atender esta plaza, que debería ser orgullo para los habitantes del sector oriente y cuando mucho es penoso punto de referencia para llegar al hospital General de Torreón.
Del remedo de puente que como imagen lúgubre (extraída de un cuento de Edgar Allan Poe), une a esta plaza con Sol de Oriente, hablaremos en otra ocasión.
Héctor Almaraz Aguilar,
Torreón, Coahuila.
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Misioneras mártires de la Caridad
Vaya mi admiración para los misioneros, que abandonan su patria y se dan hasta entregar su vida por los más pobres de la tierra; por los enfermos y los abandonados; por los que carecen de cultura y los que desconocen el amor de Dios. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el amigo” (Juan 15, 13). Es lo que han mostrado las cuatro Misioneras de la Caridad asesinadas el 4 de marzo en Yemen (en facebook, el periodista José María Zavala ha mostrado las fotografías de tan monstruosa tragedia). Mataron, también, a doce o trece empleados con los que se toparon los hombres uniformados al buscarlas en la Residencia de ancianos que regentaban (en 1980, las Misioneras de la Caridad ya atendían, en el Yemen, a una colonia para leprosos).
Las religiosas eran conscientes del riesgo que corrían; pero no quisieron ser evacuadas: manifestaron que optaban por permanecer junto “a esta gente que vive en nuestra casa”. Es lo de siempre: se enfrenta el bien al mal, el amor al odio, la solidaridad al fanatismo.
El Papa, que tilda la masacre, de “acto de violencia sin sentido y diabólico”, ha lamentado la indiferencia en medios de comunicación y pide, a la Madre Teresa de Calcuta, que “acompañe en el Paraíso a estas hijas suyas mártires de la caridad, e interceda por la paz y el sacro respeto de la vida humana”.
Josefa Romo,
Madrid, España.