El sorteo
La gran tienda departamental iba a cumplir su décimo aniversario, el director general nos citó al jefe de publicidad y a mí que fungía como gerente de operaciones a una reunión, cómo no, como a él le gustaba, en un buen restaurante de carne asada, después de un par de tequilas con sus respectivas cervezas (Batman y Robin), como que la mente se aclara, y se mejora el ánimo.
De los proyectos propuestos el director se decidió por hacer una gran campaña de promociones, con el sorteo diario de un refrigerador los treinta días del mes de aniversario. El asunto del sorteo tuvo su chiste, el director quería que sólo participaran los compradores de cada día, así que cada día los boletos tenían un color diferente. Se tenían que pagar los honorarios diarios del interventor de Gobernación. El interventor resultó ser un verdadero personaje, simpático, excelente conversador, buena persona y, para rematar, aficionado de cepa y conocedor de la fiesta taurina.
Así que yo esperaba el sorteo diario para disfrutar de su conversación. Uno de los últimos sorteos salió premiado un talón que sólo tenía la siguiente anotación, nombre: María López, dirección: Ejido El Águila, enviamos un telegrama, tres días después se presentó una señorita con el telegrama, acompañada de varias personas, se identificó como María López, pero sin el boleto del sorteo, indispensable para la entrega del refrigerador, platicó una historia detallada de cómo lo había extraviado, sus acompañantes asentían a todo lo que decía.
El interventor, buen hombre, me apartó a un lado para decirme “cómo ves, esta gente tan necesitada y pierde el boleto” y pues si terminamos por entregarle el refrigerador . Una semana después se presentó una señora con una niña, su hija que se llamaba María López, ella sí vivía en el ejido El Águila y traía el boleto ganador.
Al día siguiente el interventor muy enojado me pidió un empleado y una camioneta para ir a recoger el refrigerador, regresaron dos horas más tarde sin el refrigerador, ¿qué pasó?, “tenemos que entregar otro refrigerador”. Le pregunté al empleado “llegamos a la casa, sale un mal encarado con una carabina que nos dijo, “de aquí no sale nada y ni le busquen”.
Roberto Barranco Aguilar,
Torreón, Coahuila.