La marcha que unió al pueblo
Una casa dividida contra sí misma no se sostendrá. Las recientes marchas en defensa de la familia en todo México constituyen un fenómeno sin precedentes en la historia del país. Lo más impresionante no fue el millón y medio de personas que salimos a las calles, sino la auténtica diversidad de las familias y el ambiente de armonía y fiesta que se vivió en esos eventos.
El pensamiento que más llegó a mi mente mientras caminaba y observaba fue: “aquí no hay clases sociales, aquí no hay etnias ni colores de piel, aquí no hay diferencias religiosas ni laicas, ni académicas, etc..., solo hay familias mexicanas conviviendo en paz.
Abuelos, abuelas, mamás, papás, niños, niñas, jóvenes, tíos(as), y hasta infantes por nacer, pues había también madres embarazadas. Entre las familias que caminaban una al lado de otra surgía una automática hermandad sin conocimiento previo, y eso se multiplicó exponencialmente. Esto por sí mismo es extraordinario, considerando que la tendencia del status-quo consiste en erosionar el tejido social mediante la grupalización de la sociedad (dividirla en varios grupos) y luego echar a unos contra otros en lo que se conoce como marxismo cultural.
El hecho de que una familia pobre y una familia rica caminen juntas, unidas por un principio común mientras sus niños conviven y juegan alegremente, representa una escena de pesadilla para quien propone la lucha de clases, y haría revolcarse en sus tumbas a Karl Marx, Joseph Stalin y Adolfo Hitler, quienes difícilmente conciliaban el sueño sin antes maquinar la narrativa divisiva que usarían al día siguiente.
El hecho de que una familia indígena camine hombro con hombro junto a una familia güerita compartiendo experiencias maternales y paternales, es antídoto contra el veneno de quienes buscan separar las distintas razas étnicas en términos de víctimas vs. victimarios; y también anula la cizaña que envidiosamente busca poner a la mujer y al hombre en términos de víctima vs. opresor.
El hecho de que una familia cristiana camine hombro con hombro junto a una familia atea mientras platican sobre sus muchas coincidencias en cuanto a la ciencia, es algo que incomoda a quienes promueven la ignorancia como virtud. En la marcha también quedó manifiesto el derecho a la vida de toda persona, incluido el derecho a nacer de las personas que se autodenominan LGBTDQDKAPGFH...(32 divisiones de género según los gobiernos más progre).
Sin embargo, resulta algo triste que éste vital derecho es despreciado por dichos gobiernos y por la ONU. En la caminata también hubo personas de preferencias homosexuales que se unieron para expresar su apoyo a la familia y a la vida.
Muchas de estas personas sufren bullying en las redes sociales solo por discrepar con la “ideología de género”. Amar es dialogar. Las certezas unen, los gustos (preferencias) dividen. Guiemos a nuestro país con certezas y principios para que México pueda ser tan unido, y a la vez tan diverso como la marcha por la familia.
Antonio Gerardo Arias Galán,
Torreón, Coah.