Ya basta
A menudo tanto guías, como coordinadoras y directoras de las instituciones tanto públicas como privadas, reciben a padres de familia “quejándose”, por la forma de expresión de los hijos (as), misma que según nos expresan han sido aprendidas en las instituciones escolares, inclusive mencionan específicamente ciertos nombres de compañeros quienes refieren los padres como los propiciadores de ciertas expresiones, por demás grotescas y vulgares.
Hoy las niñas y los niños, los adolescentes y jóvenes están expuestos a un sinnúmero de lenguaje y expresiones que rayan en un vocabulario amplio y florido, y no es que en otras épocas no existiera, quizá la diferencia la encontramos en todos los medios electrónicos, visuales, auditivos y cibernéticos y la actitud o intervención de los padres. Las palabras denominadas “groserías”, o faltas de respeto, en otras épocas eran suprimidas y castigadas sin mayor remordimiento o cuestionamiento, estaban mal y punto.
Actualmente los niños y adolescentes se expresan, sin mayor cuidado frente a los adultos, llámese padres, maestros y personas mayores, estas expresiones a menudo, son celebradas por los propios tutores, como si esto fuese sinónimo de hombría o manifestación del género con todo su carga cultural.
Incluso padres de familia acuden con coordinadores y directores a “defender”, las razones por las que su hijo (a), se expresa de esa forma, justificando que actúan en su defensa, aunque suene inconcebible, así resulta, es sorprendente escuchar los argumentos con los cuales los tutores arremeten en contra de los maestros en aras de la justicia que les corresponde vivir a sus hijos.
Se da una extraña complicidad entre padres e hijos, una alianza de sangre y género, perdiendo de vista todas las consecuencias que de esto se derivan, y con el estómago a cuestas se enfrascan frente a una realidad subjetiva, donde la víctima suele ser el pequeño hijo o adolescente, por qué no, también el joven.
El camino siempre será dejar de buscar culpables y que cada uno asuma su responsabilidad en el rol que así les toque, escuchar a los hijos dando “razones”, para faltarle el respeto, tanto físico como verbal, a un compañero es fomentar que estas acciones se sigan repitiendo, es tiempo de decir: basta, y asumir cada uno los roles y responsabilidades que nos tocan para formar mejores hombres,
Basta, de ser consecuentes y buscar razones, recordemos que preparar para la vida, significa enseñarles a vivir contigo y sin ti, y aprender a utilizar un lenguaje altisonante, como medio de comunicación universal, seguramente traerá resultados catastróficos.
Una de las necesidades imperantes a desarrollar son las habilidades de tipo social, emocional y la capacidad de autorregulación, trabajemos en esto, es urgente, atenderlo, ya basta de ser consecuentes y arbitrarios, fomentando o justificando el uso de un lenguaje que no estimula a la inteligencia.
Ana Lidia de Haro B.,
Torreón, Coahuila.