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Carta de un ciudadano común

Los servicios de salud pública en nuestro querido país han sido rebasados de forma alarmante, las necesidades en ésta materia han crecido estratosféricamente y las unidades médicas actuales al menos en el estado de Durango y más en concreto en la ciudad de Durango, son insuficientes, basta con darse una vuelta por la UMF #1 del IMSS, para que a simple vista se vean las carencias con que se labora.

Si bien es cierto, hay polaridad en las figuras que prestan los servicios puesto que existen personas que no merecen siquiera la oportunidad de servir a quienes por contribuciones pagan su sueldo, así como hay personas que ostentan figuras que de verdad se preocupan por realizar esa labor que aun siendo remunerada no deja de ser sufrida, doctores quienes intentan atender en el piso a pacientes que fueron cargados por sus familiares desde los vehículos estacionados en el área de urgencias por el simple hecho de que no hay sillas de ruedas para recibirlos.

Éstos doctores que intentan llevar su profesión de forma ética (de los otros se podría hablar aparte) tienen que cambiar las fórmulas que se recetan a los pacientes porque no hay en el instituto tal o cual medicina, o pero aun no prescribir medicina alguna incluso en el área de urgencias.

Casos particulares y no tan singulares se erigen ahí, como un accidente cerebrovascular con posibilidad de tumor que fue tratado como un stress laboral por mencionar el caso que puedo narrar, porque fue a un familiar a quien le ocurrió esto. El calvario para poder ser atendidos con algunas horas esperando en unas sillas sentados atendiendo a nuestro propio paciente, adivinando el padecimiento para gritárselo al doctor de turno y que le pudiera comenzar a atender, al cabo de varias horas el diagnóstico fue stress laboral, el regreso a casa era desconcertante, ella sin conciencia con la mirada fija, puesta sobre nosotros quienes preocupados le observábamos y con esa impotencia de no tener los recursos para llevarle a otro lado para su tratamiento, sé que ella también sentía impotencia, porque lo veía en sus ojos y en los labios que se negaban a moverse al no recibir algún mandato de parte del cerebro, de regreso en casa continuaron los síntomas de una lenta, triste y silente agonía.

Al día siguiente y ante el aumento en la intensidad de los síntomas regresamos a formar fila, ésta vez se pudo encontrar a la especialista quien después de buscar por todos lados los estudios tomados debió ordenar otros porque no se encontraron los primeros, todo el día pasó para que al caer la noche se dispusiera a operar de manera apremiante, dejo la urgencia para ser una situación de vida o muerte, situación que al parecer ya toma carácter de seriedad en el instituto, mientras tanto y sin querer queriendo escuché algunos doctores hablando por teléfono exigiendo que se repararan un par de quirófanos porque se estaban dejando de hacer 18 operaciones diarias, situación que me alertó y me invitó a escribir éstas líneas que tal vez no lleguen a ser públicas; el paciente familiar a quien acompañamos se encuentra estable, no perdió la vida, sin embargo perdió la conciencia, perdió un sinfín de recuerdos, un individuo que aportaba, que era productivo.

MARIO PEREZ

DURANGO, DGO.

Correo: mapr_mge@hotmail.com

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