— Oscar Wilde
QUE TREINTA AÑOS NO ES NADA…
Tiempo después habría de confesarlo, en corto. José López Portillo invitó a Juan Pablo II a venir a México queriendo complacer los deseos de Doña Refugio, su mamá, que era profundamente católica y veneraba al nobel pontífice.
Era otro país, inexistentes las relaciones diplomáticas con el Vaticano. A fines de los setenta el papa polaco arribaría a territorio nacional y besó el suelo. Fue aquél un momento para la historia; inclinarse a besar el piso se convierte en la rúbrica de un Juan Pablo que estableció aquella conexión anímica sin paragón con México.
Difuso, confuso el protocolo, presente nuestro pasado juarista y las Leyes de Reforma, López Portillo recibió al Papa estrechándole la mano y llamándole “Señor”, cosa que ofendió diversos sectores. El ideólogo del sistema y entonces secretario de Gobernación, Don Jesús Reyes Heroles, condenó el viaje y tratamiento que el Gobierno le confería a Juan Pablo II. La relación de Don Jesús con el Presidente acabaría, por eso y otras cosas, rota.
Pero de aquello han pasado más de treinta años, y mucho agua por el puente.
Hoy somos un país mucho más diverso y plagado de profundas complicaciones y desigualdades que se han acentuado con el transcurso del tiempo. Todas las instituciones a nivel mundial, incluida la iglesia católica, se encuentran en crisis y bajo el escrutinio de una opinión pública que las cuestiona de raíz, sin cortapisas ni pudor.
Lo sabe y lo entiende Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia, jesuita, simpatizante de la teología de la liberación, y quien busca humanizar a la iglesia acercándola a las necesidades de los hombres y mujeres del nuevo milenio. Jorge Mario Bergoglio no solamente les habla a los católicos, sino a un mundo urgido de retomar las bondades y virtudes esenciales de la condición humana.
Francisco, frente a la desbandada de fieles y el cuestionamiento que el hombre moderno hoy hace de sus instituciones y quienes las rigen, eligió visitar en México, sitios con un profundo simbolismo histórico, enviando así un claro mensaje político.
Chiapas, cuna de la insurrección zapatista de 1994 y la justicia largamente anhelada para nuestras etnias indígenas; Michoacán, abatido por el narcotráfico y la inseguridad; Ecatepec, símbolo de la pobreza y los feminicidios; Ciudad Juárez, espejo de la ancestral problemática fronteriza y la rispidez de las relaciones con nuestros vecinos distantes.
Pero también, como hito histórico, ha sido esta la primera visita de un pontífice a Palacio Nacional, cuna del juarismo y morada del Benemérito. Ahí habló fuerte, se dirigió a una clase política que a veces no entiende que no entiende, y les reclamó su desconexión con el sentir y la problemática social:
“La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Pero también hubo palabras para la curia en pleno, la élite de obispos que parecen haberse alejado de lo elemental, aquellos que hacen mucha política al tiempo que olvidan su misión pastoral, los votos de pobreza, y la tarea de predicar la fe a partir de la congruencia personal entre los dichos y los hechos.
Y así, con cada sector poblacional, el Papa Francisco ha hablado claro, preciso, alejado de discursos pomposos y la retórica que confunde y extravía su sentido práctico. A horas de abandonar el país, permanecen sus palabras y la oportunidad para que todos, católicos o no, asumamos y vivamos una existencia más congruente, humana y ética.
Con la visita de Francisco los problemas no se irán, pero estoy seguro que a través de las herramientas prácticas que nos deja para que las meditemos terminada su visita pastoral, mucho podremos hacer. Y es que Francisco antes que pontífice es humanista, pensador y un filósofo cuyas enseñanzas deberíamos rescatar. Sus palabras están llenas de sabiduría práctica. En nosotros radica en que no se las lleve el viento…porque francamente, el saco nos queda a todos.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto