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Género en los márgenes. Mujeres y pobreza.

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

La semana pasada, el 9 de marzo, celebramos el Día de la Mujer. De muchos modos, algunos regalaron flores, otros felicitaron, otros simplemente hicieron presente la fecha, lo importante es que no pasara desapercibida.

La causa es contundente, el origen de la celebración no. Algunas versiones dicen que se recuerda un suceso trágico. A principios del siglo pasado en Nueva York unas obreras protestaron por las malas condiciones de la fábrica, el empresario en respuesta prendió fuego a la fábrica con las mujeres adentro, murieron 129.

La historia de la reivindicación nos parece hoy a muchos en sí misma patética. Las mujeres no tenían derecho a votar, ni a ocupar cargos públicos, cero acceso a formación profesional, no tenían derecho a tener un trabajo. Discriminación por el simple hecho de ser mujer.

El proceso ha sido lento, los procesos sociales normalmente lo son. Las sociedades tenemos problemas de aprendizaje. La fuerza de la costumbre se quiere imponer una y otra vez, así sea una costumbre necia, irracional, estúpida.

El trabajo femenino es invisible. Parece no importar que constituye un gran aporte a la economía global, sin el cual el mundo completo sería disfuncional. Se debe hacer un gran esfuerzo todavía para incorporar esa parte invisible a la vida de las familias y la sociedad en su conjunto. Los datos son terribles, las mujeres ganan en promedio menos que los hombres. En países "civilizados" como Alemania, las mujeres tienen salarios en promedio 18 % menores que los hombres. Qué nos espera a nosotros en el tercer mundo.

Claro que hay avances. Fruto de la movilización social, acompañada del esfuerzo de valiosas académica por pensar el mundo de otro modo para hacer patente la injusticia. En especial, los avances se deben a la lucha cotidiana de mujeres que dan la batalla por deshacer entramados simbólicos que ordenan los roles que jugamos las personas al interior de las sociedades, en todos los niveles.

Las legislaciones de casi todos los países del mundo occidental se han adaptado a estas circunstancias, estableciendo incluso cuotas de "discriminación positiva" necesarias para reestablecer los equilibrios. Por ejemplo, los partidos políticos en México tienen la exigencia de presentar por lo menos 40 % de las candidaturas a los puestos de elección para miembros de un solo género. Mujeres evidentemente.

En alianza con un cualificado colega de Ibero Torreón, Omar Durán Guerra, Master en Medio Ambiente por la Universidad Autónoma Metropolitana, hicimos un acercamiento al tema. Trabajamos la perspectiva de género entre mujeres de una colonia marginal de Torreón para participar en el IV Congreso Latinoamericano de Sociología, en junio próximo en Zacatecas. Pensábamos al inicio que cualquier propuesta de intervención en este campo debe considerar los aspectos material y el simbólico de las relaciones sociales. La mujer ha de desarrollar la habilidad para deshacer los supuestos culturales discriminatorios desde la vida diaria en casa, escuela o trabajo, simultáneamente ha de contemplar alternativas de ingreso para respaldar materialmente su palabra.

Porque en efecto, la discriminación es doble. La mujer, por el mero hecho de ser mujer, queda excluida de un sinnúmero de situaciones sociales cotidianas, pero si además de ser mujer es pobre, las posibilidades para el ordinario "ejercicio de las libertades", como dicen los especialistas, se reducen al infinito.

Las conclusiones, aunque parciales, pues se trata de un proceso abierto, son sorprendentes. Encontramos que la hipótesis inicial era cierta, pero es apenas la punta del iceberg, el problema es mayor. La mujer debe aprender a leer el mundo como simbólicamente estructurado por el género, donde hay roles bien específicos y modos de comportamiento aceptados y otros no. Repetir irreflexivamente el discurso no es suficiente.

Pero además el horizonte de comprensión de las mujeres que entrevistamos coincide sorprendentemente con el pensamiento de las académicas consultadas. Lo que necesitamos, todos, hombres y mujeres, es aprender a leer el mundo con otras herramientas que las proporcionadas por el marco capitalista en el que nos movemos. Además que con esos moldes el trabajo femenino no se hace visible, el resto de nuestras claves de lectura sigue sin entender el proceso completo de "precariedad de la vida" porque las cosas siguen sin funcionar con equidad, porque las situaciones de exclusión permanecen, porque las desigualdades sociales aumentan. El proceso debe todavía hacer un largo trecho para recomponer nuestras ideas de desarrollo, ciencia, tecnología y los vínculos entre mujer y naturaleza, mujer y trabajo, mujer y relación. Celebramos lo avanzado, la tarea permanece.

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