El poema de Gilgamesh es una historia sumeria, escrita mil años antes de Cristo y en ella se narra la insistencia de un hombre por hacerse inmortal.
Esa historia, remota en el tiempo, ha servido como título para desarrollar un proyecto que pretende desentrañar los secretos de la genética: el orden y funcionamiento del ácido desoxirribonucleico, el DNA del ser humano.
Hoy día, se conocen las bases fundamentales que contiene el ácido desoxirribonucleico, formado por cuatro aminas -adenina, guanina, timina y citosina- que forman largas cadenas, como un tren con una numerosa hilera de vagones enganchados, siempre en el mismo orden y que, de alguna manera aún no plenamente comprendida, hacen que se forme y desarrolle un cuerpo biológico, con todos sus sistemas, órganos o tejidos y también tiene una programación para que éstos puedan -o no- estar sanos, o las llamadas abiotrofias, que son como bombas de tiempo que de pronto, por una orden bioquímica, detonan en organismos aparentemente sanos, haciendo que se presenten enfermedades como la diabetes o el cáncer.
La ciencia médica ya permite que se hagan estudios de ese DNA contenido en los genes, los que están montados en los cromosomas, dando orden y sentido a la vida, la salud o la enfermedad.
Así, podemos reconocer en embriones y fetos patologías que pueden presentar al nacer y en algunos casos extremos trabajar quirúrgicamente para corregir defectos del ser aún en gestación y dentro del útero de la madre; por ejemplo, meter un corazoncito dentro del tórax del futuro bebé, que no se incluyó por falla en la organogénesis.
El camino andado por la ciencia ya es grande, representando mucho esfuerzo en tiempo y dinero -3 mil millones de dólares solamente en investigación genética- y con todo, apenas nos asomamos al mundo maravilloso de la biología.
El punto de quiebre aparece con la diferencia de avance entre la ciencia con su técnica y la filosofía con su análisis humanista.
Actualmente, los científicos no definen plenamente la ética que debe regir a tales avances de la ciencia; de hecho, no hay acuerdo en cosas tan elementales como ¿cuándo hay vida humana? Algunos -me incluyo- pensamos que es al momento de la concepción, otros que a los pocos días -con la diferenciación celular- y algunos más, al término de la organogénesis -más o menos tres meses-.
Menos aun hay acuerdo Alguno sobre el derecho a suspender la gestación; o todavía peor, el permiso humanista para desarrollar tejidos humanos a partir de células madre que, para el caso, pudieran provenir de embriones sacrificados.
Ya lograron crear una oreja humana a partir de injertos en el lomo de un ratón: ¿es permitido?
Si usted dice que sí, cae en el peligro de violar los derechos universales y si contesta que no, entonces nos niega la posibilidad de conservar o recuperar la salud. Piense en los injertos de piel para los quemados o implantes de médula sana en niños con leucemia, la posibilidad de crear válvulas cardiacas o regenerar retinas o nervios ópticos de ciegos.
Hay cosas altamente positivas, pero también tenemos negativas, por ejemplo: los altos costos que agrandarán la brecha entre ricos o pobres; la posible selección de embriones "superiores" para desarrollar bebés sanos que serán adultos mayormente capacitados para sobrevivir en este mundo competitivo.
Imaginemos algo que parece ciencia-ficción: la real existencia de manipulación genética para alterar el DNA y crear seres sobredotados y desarrollar bebés sanos, superiores o inferiores, y/o crear híbridos biónicos.
Muchos piensan que con tal desarrollo tecnológico, para 2050 podremos reemplazar cerebros -corazón, riñones o hígado ya son comunes- o crear seres amortales.
Imagine chips implantados para mejorar las capacidades cognitivas o de memoria. ¿Se podrán crear ciberhumanos mitad robots? Ya tenemos brazos, piernas, ojos y oídos en investigación con sus datos conectados a su propio ser, como lo incluido actualmente en las nubes de información.
Aunque por ahora no se vislumbra la posibilidad de penetrar en lo profundo del cerebro, con sus emociones, recuerdos o deseos, lograrlo es sólo cuestión de tiempo y, entonces, ¿cuáles serán las bases éticas y morales válidas para la raza humana?
Pensando en instituciones políticas, sociales y religiosas: ¿persistirá la democracia?; ¿continuaremos organizados en base a la familia?; ¿seguiremos creyendo en un Dios omnisciente, omnipresente y omnipotente?; ¿y qué tal si esos nuevos seres nos sustituyeran?
Vivimos una carrera científica y tecnológica que ha dejado muy atrás a la reflexión humanista. ¿Será conveniente?
Hay mucho a que darle pensamiento serio y profundo, pero quizá no sea del interés para los verdaderos gobernadores del mundo, con sus apetitos voraces por las alternativas inmediatas que les ofrecen ciencia y técnica.
Estemos atentos a lo que nos ofrece la vida diaria y empecemos por reforzar los valores entre nuestros seres queridos. ¿Acepta?
Ydarwich@ual.mx