Víctima. Nadie ha entrado en prisión por torturar a Wooden.
Ronald James Wooden flexiona sus grandes manos de herrero con las que en su día forjó intrincada joyería. Dice que aún está recuperando sensibilidad tres años después de una golpiza que duró cuatro horas y durante la que policías municipales del sur de México le propinaron puñetazos y le pegaron con culatas de rifles.
Los agentes le apretaron los grilletes y luego se pusieron sobre ellas para infligir el mayor daño posible a sus manos, apunta Wooden, de 46 años, que había abierto un taller en la ciudad de Taxco, Guerrero, junto a su esposa, mexicana de nacimiento. La policía lo detuvo por supuestamente alterar el orden, pero Wooden sostiene que la paliza se produjo por una disputa con su vecino, un expolicía que dijo pertenecer a un cártel local de la droga.
"Me pegaron durante casi cuatro horas. Algunos se cansaban y entonces entraban otros. Iban a matarme y hacerme desaparecer", recuerda Wooden, que dice que sufrió daños en el sistema nervioso, además de costillas rotas y lesiones en los genitales.
Su esposa, Carmen, esperó afuera del ministerio público durante horas hasta que pudo pagar su fianza de 200 pesos y llevarlo a un hospital tras quedar en libertad.
Una pesquisa realizada en 2014 por la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del estado de Guerrero, halló que la policía de Taxco detuvo ilegalmente a Wooden.
La comisión emitió una directiva que decía que las autoridades municipales deberían castigar a los responsables y pagar una indemnización.
Tras dos años sin avances, un juez federal ordenó el pasado 30 de junio que el gobierno de México abra una investigación penal formal por tortura y secuestro en su caso.
Wooden y su esposa se marcharon de Taxco por miedo y se trasladaron a otras partes del país, pero no ha podido embarcarse en un nuevo proyecto por sus lesiones.