Por fin el Senado de la República reconoce los servicios a la humanidad que desplegó, a costa de su propia vida, el ingeniero en sistemas computacionales Gonzalo Rivas Cámara y le otorga post mortem la medalla Belisario Domínguez por su acto heroico que salvó de la muerte a cientos de ciudadanos el 12 de diciembre de 2011 en Chilpancingo, Guerrero, una decisión senatorial que considero es válida para reproducir información tomada de Wikipedia sobre el artero asesinato del doctor Belisario Domínguez Palencia, cuyo nombre lleva la presea aludida a partir de 1954.
Los militantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, sus padres y los abogados que los representan en su larga lucha para obligar al gobierno a que aclare sin sombra de dudas la desaparición de 43 de sus compañeros en Iguala, impugnaron la distinción porque creen que con ella los estudiantes acusados de vandalismo, aparecerían oficialmente como los causantes de la inmolación del despachador de una estación de gasolina incendiada intencionalmente por aquellos, según los testimonios aportados por los empleados y trabajadores de la empresa gasolinera y de conductores y automovilistas que presenciaron el aterrador atentado.
Todos ellos fueron testigos directos del momento en que un temerario Gonzalo Rivas con un extintor en sus manos intentó sofocar el fuego de una de las bombas despachadoras de gasolina para impedir que se filtrara a los depósitos subterráneos y estos explotaran, lo cual hubiera significado una catástrofe de grandes proporciones, con la muerte inevitable de cientos de personas atrapadas en la bloqueada Autopista del Sol.
Desgraciadamente el recipiente de plástico con gasolina, abandonado en su huida por los muchachos encima de la bomba incendiada estalló y las llamas resultantes envolvieron al ingeniero Rivas Cámara, sufriendo quemaduras mortales en el 35 % de la superficie corporal. Convertido en una antorcha humana corrió a varios metros de distancia, prácticamente agonizante. Sus compañeros lo trasladaron a un hospital donde finalmente murió en los primeros minutos del uno de enero de 2012.
En su discurso del 23 de septiembre de 1913 ante el Congreso de la Unión, el senador chiapaneco Belisario Domínguez Palencia, médico cirujano y partero con estudios en la Universidad de la Sorbona -su Alma Mater- acusó al general Victoriano Huerta de traidor, asesino e infame y lo culpó en forma abierta y temeraria de hundir al país en la miseria y el descrédito internacional "con una moneda depreciada, un crédito en agonía y una prensa amordazada o cobardemente vendida al gobierno…".
Y fue más duro en su denuncia el valiente político liberal nacido en Comitán, Chiapas, el 25 de abril de 1863, al subrayar que el usurpador Victoriano Huerta se hallaba dispuesto -con la amenaza de pacificar al país "cueste lo que cueste"- "a derramar la sangre de todos los mexicanos que no simpaticen con su gobierno… a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional y hundir en la ruina inmensa a toda la sufrida patria".
El histórico discurso le costó la vida a don Belisario. Dos semanas después -la noche del 7 de octubre del mismo año- los sicarios enviados por el dictador militar, lo sacaron del hotel donde se hospedaba, lo torturaron, le cortaron la lengua y lo mataron a tiros en el cementerio de Xolo, en Coyoacán, ciudad de México.
Estrujante resulta la versión que Wikipedia difunde al respecto:
"… la noche del 7 de octubre de 1913 Belisario Domínguez fue sacado de su habitación en el hotel y conducido al cementerio de Xolo, en Coyoacán, donde fue martirizado y asesinado con crueldad de varios balazos. Sus verdugos Gilberto Márquez, Alberto Quiroz, José Hernández Ramírez y Gabriel Huerta, sepultaron el cadáver desnudo y quemaron las ropas con petróleo.
"El doctor Aureliano Urrutia, enemigo político de Belisario Domínguez le cortó la lengua en un quirófano y se la envió como un trofeo a Victoriano Huerta".
Por los datos anteriores se confirma que el senador sacrificado con extrema crueldad, se hallaba aún con vida en el instante en que el citado Urrutia le cercenó el apéndice lingual seguramente con un bisturí.
Su denuncia y el suplicio al que lo sometieron los verdugos, no fueron en vano; a Victoriano Huerta los mexicanos lo derrocaron un año más tarde y lo expulsaron del país. Murió de cirrosis alcohólica en una prisión de El Paso, Texas, en enero de 1916.
La Patria a la que defendió ardorosamente don Belisario Domínguez no lo olvidó. Aparte de los homenajes que se le rinden año con año en su tierra y en el Congreso de la Unión, a partir de 1954 el gobierno de la República instituyó la medalla "Belisario Domínguez" para premiar a los hombres y mujeres por su ciencia y virtudes en grado eminente, como servidores del país y de la humanidad, un honor al que sin duda alguna se hizo merecedor el ingeniero en sistemas computacionales Gonzalo Rivas Cámara con su heroica acción.
El 2013 fue declarado por el Senado de la República "Año de Belisario Domínguez, de la Libertad y de la República" y durante los últimos años de su vida el escritor y periodista Luis González de Alba insistió a través de su columna de análisis político y social, en la entrega de la medalla conmemorativa a Rivas Cámara por su intrépido comportamiento en estos tiempos de violencia desmedida.
El 7de noviembre de 1907 en Nacozari, Sonora, dos furgones cargados con cuatro toneladas de dinamita inesperadamente comenzaron a arder amenazando con una terrorífica explosión a la comunidad mencionada. El maquinista Jesús García Corona a cargo de la locomotora 501 que los arrastraba, trepó a la cabina y arrancó hacia las afueras de la población donde finalmente estalló el convoy en campo abierto. El tren se desintegró y el conductor salió por los aires muriendo sepultado por las ruedas traseras de la máquina. Su hazaña salvó a miles.
Al igual que García Corona, Rivas Cámara también se cubrió de gloria.
