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Guerra asimétrica

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La Jornada Mundial de la Juventud celebrada la semana pasada en la ciudad polaca de Cracovia, reunió a más de quinientos mil jóvenes de todo el planeta, a convocatoria de la Iglesia Católica.

El evento esperanzador tuvo un ingrediente de dolor y de indignación por el asesinato de Jacques Hamel, sacerdote de ochenta y cuatro años que el mismo día del inicio de la Jornada fue degollado en el interior de un templo mientras celebraba la eucaristía en Saint Etienne-du-Rouvray, población situada en la región de Normandía, a ciento veinticinco kilómetros de París.

Durante la misa inaugural, el cardenal polaco Satanislaw Dzwisz se refirió a las víctimas de la violencia terrorista y en especial al sacerdote mártir, así como a las ochenta y nueve personas masacradas en el atentado ocurrido en Niza, también en Francia, dos semanas antes de la apertura del evento mundial cuyo comentario nos ocupa.

Aprovechando la circunstancia, los medios de comunicación interpelaron al Papa Francisco respecto a que exista una guerra de religiones, a lo que el pontífice respondió con la sagacidad que la cuestión amerita: "es el mundo el que está en guerra… una guerra de intereses, por dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los pueblos. Pero no es una guerra de religiones…".

La posición de Francisco contrasta con la del presidente de Francia Francois Hollande, que dice: "estamos…frente a un grupo que nos ha declarado la guerra. Debemos hacer esta guerra contra el Estado Islámico con todos nuestros medios y respeto a la ley…". Pese al contraste, las posiciones del mandatario francés y del pontífice católico son compatibles, porque el primero habla como jefe de un estado nacional y el segundo como líder religioso a nivel mundial.

El contraste es congruente con una realidad asimétrica entendiéndose como tal, la guerra sostenida entre dos bandos de configuración notablemente distinta, en la que están en pugna dos posturas. Por una parte el grupo terrorista denominando Estado Islámico que asesina a civiles inocentes, bajo un pretexto religioso manipulado por intereses sostenidos desde estados musulmanes o no, que gozan de reconocimiento internacional.

En la otra parte está un conjunto de estados obligados a actuar en los límites de una civilización basada en el respeto a los derechos humanos, en el cumplimiento de la ley y por añadido, en un marco de separación del orden temporal y espiritual bajo el principio que manda dar a Dios y al César lo que respectivamente les corresponde.

Como dice el Papa Francisco, no todos los musulmanes están en el mismo bando y para muestra basta reconocer la agresión que sufren por parte de los extremistas, pueblos de mayoría musulmana gobernados por regímenes laicos, como Irak, Siria y Turquía.

La complejidad de la vida globalizada y la pluralidad de religiones e ideologías, hace inviable que alguien gane esta guerra en el sentido de que uno de los bandos logre el triunfo absoluto mediante la aniquilación física y moral de los demás, y obliga a postular como objetivo el de construir la paz en la diversidad, sin renunciar al derecho a la legitima defensa, que nos asiste a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra.

Por si lo anterior fuera poco, además de cristianos y musulmanes operan otros protagonistas que lo mismo son judíos, ateos, agnósticos, etcétera, y tal circunstancia nos obliga en palabras de Umberto Eco, a jugar ajedrez con piezas de todos colores.

Lejos de sustraer de la realidad la misión de la Iglesia, el Papa insta a los jóvenes a participar activamente en la construcción de la paz mundial, y a dejar la comodidad que hace creer a muchos que la felicidad consiste en estar echado en un sofá, rindiendo culto de adoración a un teléfono móvil.

El consejo alcanza a jóvenes y adultos, y nos compromete a seguir luchando por el mejoramiento de nuestra vida pública local, nacional y global en cada uno de los segmentos de la realidad que nos toca vivir, porque la Jornada Mundial de la Juventud concluyó, pero los retos están ahí y son parte de nuestra vida diaria.

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