La recaptura de Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera, pone un primer nivel de atención la guerra del crimen organizado en contra de la sociedad mexicana y el estado, planteando una vez más el dilema cultural: Civilización o barbarie.
La reciente captura ocurre en la víspera de que apareciera en la revista Rolling Stone una entrevista concedida por "El Chapo" a Sean Penn, actor de cine consentido de la industria de Hollywood, que se distingue por su activismo político radical.
Se confirma la sospecha de que "El Chapo" se fugó en junio pasado como parte de una estrategia de desprestigio del crimen organizado en contra del gobierno y de las instituciones del país en su conjunto, con miras a ganar posiciones políticas en las elecciones presidenciales del año dos mil dieciocho. La recaptura indica que la entrevista cuya realización pone en ridículo al sistema de seguridad nacional, fue tomada por el presidente Enrique Peña nieto como un desafío personal.
La disputa por el poder incluye el control de la conciencia de los mexicanos; la lucha es de alcance internacional y el capítulo México es sólo una parte. Se pone de manifiesto la existencia de un plan orquestado del cual "El Chapo" fue un operador importante; su ausencia derivada de su larga estancia en prisión y el relevo generacional en el control del narcotráfico en las calles, dejan a Guzmán Loera fuera de la jugada de tierra que está en manos de delincuentes más jóvenes, y hoy día sus jefes ocultos lo utilizan para posicionar en los medios a la contra cultura del narco. La figura de "El Chapo" se vende como la de un criminal bueno, víctima de un sistema económico generador de pobreza, al que no le queda otra salida que la delincuencia, sin importar la secuela de homicidios, secuestros, sangre, llanto y desesperación que ello acarrea. La línea que divide el bien del mal, ha sido borrada.
Es absurdo creer que el delincuente chamagoso que anda a salto de mata entre la prisión, la sierra y las alcantarillas del drenaje sea el jefe o siquiera obre por cuenta propia, como dueño de una fortuna de miles de millones de dólares que sin fundamento alguno le atribuye otra publicación internacional: la revista Forbes.
Esta conspiración que lucha por el poder político en los estados que emergieron como democráticos al fin de la guerra fría, opera cómodamente sin suscitar debate ideológico y utiliza a la delincuencia como brazo armado para lograr posiciones utilizando la violencia y el terror. La producción y tráfico de drogas mina la voluntad de los ciudadanos con una propuesta cultural o mejor dicho contra cultural, que implica la evasión colectiva de la realidad mediante la alteración de la mente por medio del consumo masivo de estupefacientes, lo que además implica un negocio lucrativo que incluye la economía formal que se beneficia con el lavado de dinero.
A lo anterior se suma el otro negocio de las series de televisión idiotizantes sobre el tema, y la contaminación de nuestra música vernácula por el fenómeno deleznable de los narcocorridos. En el caso que nos ocupa, "El Chapo" pretende erigir una empresa mediática con fines de mercadotecnia política, con película y derechos de autor incluidos.
Tanto el estilo de vida narco como el individuo desechable que clama: "primero muerto que pobre…", son frutos de esa contracultura que ofrece el estímulo de la riqueza fácil, despreciando al progreso que se obtiene por medio de la constancia en el estudio y en el trabajo, lo que amenaza nuestro futuro porque en el fondo abismal de la decadencia: ¿Quién habrá que trabaje para pagar el costo social y económico de las adicciones?
Son cómplices conscientes o inconscientes de esta estrategia, los defensores del uso recreativo de la marihuana y los abanderados de la cultura de muerte que en muchas trincheras que van desde la promoción del aborto y la destrucción de la familia por diversos medios, desgarran el tejido social. Por si lo anterior fuera poco, la mayor parte de las corrientes filosóficas de moda, materialistas, relativistas o nihilistas, son caldo de cultivo porque atentan contra la inteligencia y la voluntad del hombre y abren el camino hacia el vacío existencial y la evasión de la realidad.
Con independencia de la guerra que corresponde al ejército y la policía, toca a la sociedad mexicana el hacer la guerra al narcotráfico y a las adicciones, desde todas las trincheras culturales.