Foto: Chip Somodevilla/Getty Images
A sólo unos días de su muerte, Siglo Nuevo recuerda a Harper Lee, la mítica y reclusa autora de Matar a un ruiseñor, quizá el libro más importante sobre la segregación racial en Estados Unidos.
Desde la preparatoria, Harper Lee (1926) muestra interés por la literatura. Ingresa a la Universidad de Alabama, donde se vuelve editora del periódico escolar, The Rammer Jammer. Después de estudiar unos semestres en la facultad de leyes, decide abandonar sus estudios para escribir y, en 1949, a los 23 años de edad, se muda a Nueva York. Logra mantenerse vendiendo boletos de avión para la aerolínea Eastern Airlines mientras escribe en su tiempo libre. En esta nueva ciudad, se reencuentra con Truman Capote, su vecino en Monroeville y su mejor amigo. Es a través de Capote que conoce al escritor y productor Michael Brown. En 1956, Brown le deja en su pino de Navidad un cheque a Lee con esta nota: “Aquí tienes para tomarte un año sabático y escribir lo que te plazca. Feliz Navidad”. Gracias a este apoyo, Lee puede dedicarse de tiempo completo a escribir el primer manuscrito de su novela. El nombre de dicho manuscrito es Ve y pon un centinela. Sin embargo, cuando Lee lleva la novela a su editor, este se muestra más interesado por el personaje de Jean Louise de 6 años, “Scout”, quien aparece sólo en ciertos flashbacks, y la alienta a reescribir la historia desde el punto de vista de la niña. Es así como Harper Lee decide escribir Matar a un ruiseñor.
EL ESCENARIO Y LA HISTORIA
Matar a un ruiseñor brinda una vívida descripción de la segregación racial en el sur de Estados Unidos a mediados de la década de los treinta. El escenario es el ficticio pueblo sureño de Maycomb, Alabama, en donde abundan la cerrazón de mente, la tremenda pobreza a causa de la Gran Depresión y el racismo contra los afroamericanos. La sinopsis de la novela es la siguiente: Un abogado, Atticus Finch, de un pueblo racialmente dividido decide defender a un afroamericano acusado de violar a una mujer blanca.
A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UNA NIÑA DE SEIS AÑOS
Al escoger al narrador para contar su historia, Lee tomó una brillante decisión. Escogió a una niña de seis años con cinco características fundamentales: huérfana de madre, blanca, de seis años de edad, compañera de juegos de su hermano y 'marimacha'. Su nombre, Jean Louis “Scout” Finch, la joven alter ego de la misma Harper Lee. Los argumentos de por qué este personaje fue el adecuado son distintos, pero quizá el más contundente sea este: ¿Quién mejor que una niña blanca marginada para contar la injusticia social hacia la marginada clase afroamericana?
EL ÉXITO
Harper Lee nunca anticipó el éxito de su novela. Fue publicada en 1960, cuando ella tenía 34 años de edad. Al año siguiente, se convertiría en la única autora en ganar el Premio Pulitzer por su primer y único libro publicado. La fama fue tan abrumadora para ella que nunca volvió a escribir otra novela y abandonó la vida pública. Lee regresaría a su hogar natal, Monroe, Alabama, donde pasaría el resto de su vida. Cabe mencionar que la novela salió a la venta en momentos muy difíciles del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos. Eran los años en que Eisenhower ocupaba la presidencia y Ella Baker y Martin Luther King, Jr. trabajaban en aras de la justicia racial. Debido a su gran éxito, la historia fue llevada a la pantalla grande en 1962, logrando el reconocimiento mundial: un premio en el Festival de Cannes para el director, Robert Mulligan, tres Globos de Oro y ocho nominaciones al Óscar, incluyendo mejor guión adaptado y mejor película. En cuanto a las actuaciones, Matar a un ruiseñor hizo acreedor a Gregory Peck al Óscar como mejor actor principal, el único de su carrera, y lo transformó en un ícono estadounidense, el hombre del sur ideal, bondadoso y compasivo. Con el tiempo, la novela se incluyó como libro de texto en las escuelas estadounidenses. En 1989, fue votada como la mejor novela del siglo XX por el Library Journal. Desde su publicación, Matar a un ruiseñor ha vendido más de 49 millones de copias en 40 idiomas.
VE Y PON UN CENTINELA
Ve y pon un centinela es una novela muy distinta de Matar a un ruiseñor. El título es parte de un pasaje de la Biblia: “Porque el Señor me ha dicho: ‘Ve y coloca un centinela que dé aviso de todo cuanto vea’”. ¿Quién es el centinela? Aquel que ve lo que está mal y debe ser cambiado, cuya misión es confrontar a los demás y decirles que tienen que cambiar. En esta novela, Scout, ahora de 26 años, regresa a Maycomb, Alabama a visitar a su padre, Atticus. Durante su estancia en el pueblo, Scout lucha por reconciliarse con su padre cuando descubre su racismo. Aunque ambas novelas tratan sobre la intolerancia, la nueva muestra una línea entre el bien y el mal más difusa. Si Matar a un ruiseñor gritaba la necesidad de un cambio social profundo, Ve y pon un centinela es en las palabras de la autora, el padre de esta novela y refleja de manera más ambiciosa y personal su visión del sur. El nuevo Atticus es más fiel al padre de Harper Lee, Amasa Coleman Lee. Para dar una idea de sus convicciones, basta decir que el señor Lee no se unió al movimiento por los Derechos Civiles sino hasta después de la publicación de Matar a un ruiseñor. En la vida real, Harper Lee vio cómo su padre cambió poco a poco sus ideas conservadoras hasta volverse un defensor de los derechos de los afroamericanos. En palabras de Ursula K. Le Guin, “Esta novela, a pesar de todas sus fallas y omisiones, hace algunas de las preguntas más difíciles que Matar a un ruiseñor evade”.
EL LEGADO DE HARPER LEE
En una entrevista de 1964 con Roy Nesquist, Harper Lee declaró lo siguiente: “El Sur aún está formado de miles de pueblos pequeños. Hay un patrón social muy definido en estos pueblos que me fascina. Creo que es un patrón social rico. Simplemente, me gustaría escribir todo lo que sé sobre esto porque creo que hay cierta verdad universal en este pequeño mundo, algo decente qué decir al respecto, y algo que lamentar por su partida”.
Sin duda, el legado de Harper Lee ayudó a resolver el racismo en el sur de Estados Unidos. Esa es gran parte de su legado. Aun así, es razonable pensar que mientras la piel de los humanos no sea la misma, el racismo seguirá existiendo en el mundo. En un problema tan complejo y tan antiguo, lo difícil es dar una perspectiva clara. Tal vez ese sea el mayor legado de la autora. En ocasiones es posible detenerse y dar un paso hacia atrás para mirar más allá de la moral, para mirar con ojos puros. Y quizá sea sólo un momento en el continuo y eterno paso del tiempo, pero esa mirada con claridad perfecta hacia el racismo es lo que brinda el legado de Harper Lee, el legado de Matar a un ruiseñor.
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