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Hasta que la herencia los separe

La codicia después del duelo

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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MARIMAR CENTENO

Al atestiguar o estar envueltos en riñas familiares por cuestiones de herencias surge una pregunta difícil de responder: ¿Cómo es que una familia unida, aparentemente feliz, que se habían apoyado entre todos cuando alguien lo necesitaba, de un día para otro todo puede cambiar y se despierta entre ellos los peores sentimientos?

Cuando ocurre una muerte esperada o repentina de alguno de los padres de una familia, puede haber inconformidad por la repartición de los bienes y queda al descubierto la calidad de la estructura del vínculo familiar: ¿Será justo que se reparta por partes iguales? ¿Quién merece más? ¿Quién estuvo más tiempo al cuidado del progenitor que falleció?, ¿Había alguna afinidad o alianza especial entre ellos? Estas son sólo algunas de las interrogantes que desencadenan las peores guerras familiares.

Los que los adultos pueden tener de la convivencia entre hermanos durante la infancia, como haber jugado, reído en innumerables momentos, pelear y estar como si nada hubiera pasado más tarde, aceptar dormir juntos si alguno de los hermanos sentía miedo por las noches, pueden quedar de lado si hay alguna herencia de por medio; existen vínculos que por el egoísmo, la avaricia y la codicia de uno o más integrantes de la familia jamás vuelven a restaurarse aún y cuando la herencia en disputa haya sido producto del esfuerzo y trabajo de sus padres sin que les haya costado a ellos obtenerla.

LOS VERDADEROS MOTIVOS

Sin importar si tuvieron buena relación o no, los problemas familiares por herencias desencadenan las emociones más negativas que puede experimentar el ser humano, es verdaderamente lamentable y triste ver cómo se fragmentan los vínculos que los unen porque en su escala de valores tiene mayor prioridad el dinero que al amor y cariño que puedan sentir entre ellos, de tal forma que dejan de hablarse o si lo hacen es sólo para insultarse y ofenderse, cegados por la codicia o algún recuerdo infantil reprimido.

La disputa por la herencia puede remover los recuerdos más profundos de amor o desamor entre los hermanos y sus padres, sacando a la luz conflictos anteriores, a veces infantiles, que no fueron resueltos y reviven en una lucha de poder, es decir, el origen del problema puede ser que en realidad están dándole vida a las situaciones pasadas y en el presente la herencia para ellos representa en mayor o menor medida el afecto que sienten que les faltó de alguno de de sus padres y pretenden utilizarla como un medio de compensación.

DUELO Y DISPUTAS

El proceso de duelo por la muerte de uno de los padres en ocasiones es superado por el enojo y el resentimiento que surgen por cuestiones materiales. Hay personas que no se permiten vivir el dolor por la ausencia, porque utilizan su energía en anticiparse a planear qué harán con las cosas de la persona fallecida o no permiten que quien amaba desinteresadamente a la persona ausente pase por su proceso de pérdida. En casos extremos algunos familiares dejan de hablarse incluso durante los trámites funerarios, dejando de lado el respeto y el amor a la memoria de quien ya no está. Incluso hay quienes experimentan resentimientos con el familiar que ha fallecido cuando la herencia que deja está condicionada bajo ciertos lineamientos previamente establecidos como por ejemplo, el goce de los bienes mientras los hijos estén estudiando únicamente y concluyan cierto grado académico o hasta que tengan determinada edad.

La pérdida de un ser querido puede desestabilizar el sistema familiar, ante cualquier crisis tienen que reorganizar su estructura sin pretender ocupar el rol de persona ausente para evitar conflictos de lucha de poder y por decisiones que deban tomarse, lo recomendable es consensuar a las personas que directamente están involucradas sobre lo que se tenga que hacer para evitar conflictos futuros.

Si por cuestiones de orgullo o heridas narcisistas del pasado, están lastimándose o dañando sus vínculos afectivos, pueden buscar ayuda y acudir con especialista en terapia familiar para resolver las heridas originales que desencadenan la falta de comprensión y aceptación.

¿QUÉ VALE MÁS?

Habrá que preguntarse si de verdad valdrá la pena dañar los vínculos familiares, sin importar si lastimamos o salimos lastimados, por las ganancias materiales que pudieran obtenerse; no debemos olvidarnos de que las emociones son pasajeras y no podemos dejarnos dominar por ellas.

Puede resultar muy lamentable y vergonzoso que los familiares no puedan ponerse de acuerdo y tengan que acudir en ocasiones ante el juzgado correspondiente para que un tercero determine lo que los hermanos se niegan a solucionar de manera voluntaria.

No debemos olvidar que podemos ser ejemplo para las personas que nos observan, más aún si hay niños que están siendo testigos de cómo resolvemos los problemas que se nos presentan y de los adultos aprenden a establecer su escala de valores; tenemos la oportunidad de fomentar en ellos el amor, la comprensión y la reconciliación entre las personas que amamos.

La tolerancia se pondrá a prueba ante cualquier crisis familiar, más tratándose de la muerte de alguien que amamos, por lo cual se debe brindar espacio y tiempo para la reorganización familiar, los tiempos en cada persona son muy diferentes y habrá que ser pacientes y respetuosos con quienes aún no se sientan listos para tocar el tema de la herencia por el dolor que están experimentando.

Buscar ganar a costa de lo que sea en la lucha de poder o la obtención de los bienes materiales puede generar tranquilidad temporal porque alimenta el ego al satisfacer el sadismo reprimido, lastimando o pasando por encima de quien sea necesario.

Mientras mayor capacidad de aceptación se tengan ante lo que está sucediendo, la adaptación será menos dolorosa ante los cambios producidos por el fallecimiento de nuestro ser querido, recordemos que lo más preciado ya nos fue otorgado por nuestros padres: la vida que tenemos y la oportunidad de acercarnos cada día a lo que queremos a través del trabajo siendo éticos en todo momento.

Lo que haya ocurrido en el pasado jamás se podrá cambiar, pero lo que sí podemos cambiar es la forma de relacionarnos cada día, practicando la empatía y amabilidad desde la propia perspectiva y la del otro, porque ambas son válidas e importantes.

Twitter: Marimar_Centeno

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