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HISTORIA DE UN MONUMENTO, ALEXANDER FLEMING

(Segunda y última parte)

DESCUBRIMIENTO DE LA PENICILINA

La penicilina, el primero de los antibióticos que apareció para su uso terapéutico general, continúa siendo, por muchas razones, el mejor. De hecho, algunas de sus propiedades son únicas y parecen un milagro que una sustancia tan sorprendente hubiera sido la primera en su tipo en ser descubierta.

Como muchos otros hallazgos dentro de la ciencia, el de la penicilina fue descubierto de una manera casual; sin embargo, fue un hallazgo que brindó uno de los más grandes avances en la historia de la humanidad, siendo su descubridor el escocés Alexander Fleming.

ALEXANDER FLEMING nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, en el condado escocés de Yr, en el Reino Unido. Se graduó en la Escuela de Medicina del Hospital de Saint Mary de Londres, posterior a la cual inicia una serie de investigaciones sobre principios activos antibacterianos que creía un tóxico para los tejidos.

Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió en el cuerpo médico de la Marina sin que ello interrumpiera sus trabajos de investigación. Al término de la conflagración, fue nombrado profesor de bacteriología del Hospital Saint Mary, y más tarde, en director adjunto.

En 1921, Fleming identificó y aisló la lisozima, una enzima contraria al crecimiento de bacterias presentes en ciertos tejidos y secreciones animales como lágrimas, saliva humana y albúmina de huevo.

En 1928, al desempeñar un cargo docente en el Colegio de Cirujanos, logrados de modo prácticamente accidental uno de los descubrimientos más relevantes del siglo XX, en el transcurso de un estudio sobre el comportamiento de una bacteria del género del staphilococcuss. En sus observaciones, aparecía una sustancia moviéndose alrededor de un moho de la especie penicillium notatum que mostraba gran capacidad de absorción de los estafilococos. Fleming bautizó con el nombre de penicilina a dicha sustancia y publicó sus resultados en el British Journal of Experimental Patology un año más tarde, sin imaginarse las consecuencias que iba a tener su hallazgo.

Hubieron de transcurrir más de diez años hasta que los investigadores estadounidenses de la penicilina en un estado anhidero, es decir, en ausencia de humedad. En 1940, el nuevo producto fue comercializado en los Estados Unidos y los estados del Reino Unido. Pronto, advirtió el ámbito médico el extraordinario poder terapéutico de la penicilina, que se comenzó a aplicar al tratamiento de las heridas y de las enfermedades infecciosas.

Fleming fue reconocido universalmente como el descubridor de la penicilina, por lo que fue elegido miembro de la Royal Society en 1943. Un año después, en 1944, fue nombrado Caballero de la Corona Británica; le es concedido el título de Sir Comendador de la Orden Francesa; se le otorga la Medalla Moxon del Real Colegio de Médicos de Londres; es nombrado Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina de Argentina y España lo declara Doctor Honoris Causa de la Universidad de Madrid.

En 1945, Sir Alexander Fleming obtuvo un nuevo reconocimiento a su labor investigadora al recibir la máxima presea universal: El Premio Nóbel de Fisiología y Medicina, junto a los químicos estadounidenses Chain y Florey.

Tuvo el científico escocés la oportunidad de contemplar las importantes repercusiones de su descubrimiento, observando el amplio desarrollo de la penicilina como una de las abstinencias curativas más profusamente utilizadas. Fleming falleció a la edad de 73 años en Londres el día 11 de marzo de 1955.

MIRADOR

Por Armando Fuentes Aguirre (Catón). 22-02-97'

Allá en los años de mi juventud, la otra que tuve antes que ésta que ahora tengo, a los muchachos católicos se nos daban a leer las obras de monseñor Tihamer Toth.

Ayer, desordenando algunos libros, me topé de manos a lomo con "Los Diez Mandamientos". Si toparse con uno solo ya es problema, toparse con el decálogo en pleno es peor. Me puse a leer lo que Tihamer dijo acerca del sexto mandamiento. Como es al que los moralistas le tienen más miedo, es también aquel sobre el cual dicen más sandeces.

Manifiesta Tihamer Toth - escribía del descubrimiento de la penicilina - que el hombre que había logrado vencer enfermedades como el cólera y la peste, no había podido sin embargo quitarse el azote de la sífilis. Y no se lo había podido quitar porque era un castigo de Dios a la fornicación, tan terrible castigo que llegaba aun a los hijos del fornicador.

Si monseñor Tihamer Toth decía la verdad, ¿entonces sir Alexander Fleming venció a Dios? Respondan a eso los ceñudos moralistas de este tiempo, partidarios de un dios terrible y vengador, que dicen otra vez que el SIDA es castigo divino, y que por tanto, son inmorales las precauciones que se recomiendan para evitar el mal (Julio del 2016).

  Por: Dr. Leonel Rodríguez R.

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