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Historias de Banquillo

"PARA EL AMOR, NO HAY EDAD Y PARA EL FUTBOL TAMPOCO"

Hugo Carrillo

Hace un poco más de cinco años, mi padre jugaba en los campos "La Flota" en la colonia San Alberto de Gómez Palacio, allá donde se estaban construyendo fraccionamientos que prometían. Aún con poca urbanización, las canchas se llenaban a tope, todos los integrantes de la Liga Máster hacían presencia para derrochar talento.

Mi papá vestía y defendía los colores del "Barrio Azul", representando a aquella tradicional colonia gomezpalatina que por años ha sido un equipo que no puede faltar en las ligas llaneras. En uno de los tantos juegos, mi padre se preparaba arduamente; iban contra el líder del certamen: La Flota.

La Flota estaba conformado por exjugadores profesionales, destacando Guillermo "Choque" Galindo, con cierta fama de ser pagados por el dueño de las canchas para que cada semana demostraran la experiencia que alguna vez habían tomado en Primera División, le ganaban a todos sin compasión alguna.

El Barrio Azul venía motivado, con la fuerte sensación de poder ganarle a ese equipo plagado de "estrellas locales". En especial el portero, a él le apodaban "El Pirul". Era un señor delgado y moreno, con las manos rasposas y un bigote revolucionario muy marcado; parecía cualquier cosa menos un arquero de esos efectivos.

Entre semana, "El Pirul" trabajaba en la mano de obra, pero los domingos por la mañana parecía que se comía a Federico Vilar para jugar muy parecido a él. Atajaba y volaba, incluso hasta paraba penaltis.

"El Pirul" antes de cada partido prendía un cigarrillo y lo deleitaba, se relajaba antes de pararse en la línea de gol. En el medio tiempo, prendía otro, parecía no molestarle en los pulmones. Después de parar una pena máxima, ser el héroe del partido y recibir aplausos por parte de sus compañeros al finalizar, volvía a prender otro cigarro.

Donde "El Pirul" se movía, olía a cigarrillo combinado con sudor y "Mamisán". Pero no dejaba de ser el ídolo del encuentro, siendo la muralla que no le permitió al "Choque" y su tropa seguir sumando puntos en la tabla general.

A pesar de que yo sólo iba a observar, era sensacional ver a señores partiéndose el alma en una cancha de futbol. Es extraño, porque ellos pagan un arbitraje, en vez de que la liga les pague, como tal. Sufren a muerte los partidos y los colores de sus barrios se los tatúan. La Liga Máster es todo un reto, donde más sabiduría y pasión se desborda. Aunque no lo crean, ahí es donde más cancheros son.

No se necesita ser joven o profesional para sentir los colores de un equipo de futbol. Con pisar una cancha, sentir el pasto y respirar profundo antes del silbatazo inicial, lo puede vivir cualquiera que esté realmente apasionado por el deporte más jugado en el mundo, desde un adulto de 50 años, hasta un niño de cinco puede hacerlo.

No olvidaré esos domingos de espectáculo garantizado de la Liga Máster, cualquier fanático por el futbol se contagiaría por ver a los señores intentando emular a Manuel Negrete o a Cristóbal Ortega en cada partido y en cada jugada.

Huggocarrillo94@gmail.com

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