ORIBE DE ORO Oribe es un trotamundos, de ésos que toman su maleta y tienen bien claro lo que quieren hacer en su carrera a pesar de las críticas y los comentarios que atentan contra sus deseos.
Hace unos 10 años, nadie se hubiera imaginado que Oribe Peralta fuera el héroe nacional que le anotó dos goles a Brasil en la final de los Juegos Olímpicos en Londres; Peralta estuvo tratando la bola como un auténtico futbolista inglés de antaño, jugando como nunca en un partido de esa envergadura.
"El Cepillo" es la clara imagen de la efectividad con pocos reflectores. Sin carisma ni imagen agraciada en su físico, pero sí con un talento gigantesco, tanto que ha sido uno de los fichajes más caros que ha realizado el Club América en los últimos años junto con Christian Benítez.
Oribe toma el balón, caracolea, y levanta la vista hacia enfrente, tal y como lo hacía en las canchas que están cerca de su hogar en La Partida, Coahuila donde dio dotes de talento en las ligas locales. Era abstracto haber pensando que el próximo ídolo no sólo lagunero, sino mexicano, se encontraría en esas canchas de tierra con piedras y alejadas de la ciudad, hoy, su nombre está tatuado en las paredes en el legendario estadio de Wembley.
La vida le sonríe de nueva cuenta a Oribe, pareciera que tiene un ángel, algo ancestral que le tienda su mano para seguir demostrando de lo que está hecho. Río de Janeiro lo espera para defender el título, ese mismo que México ganó gracias a sus anotaciones.
En cada jugada, Peralta tiene ese espíritu de garra, emulando aquellas noches que tenía con los Jaguares de Chiapas cuando empezó a ascender su carrera y vio la luz para poder ser titular en el equipo de Santos Laguna.
Aunque Oribe sea un tipo de pocas palabras, habla más con la bola en sus pies que con la boca. Los reporteros se mueren por hablar con el hombre del momento, aunque el lagunero sólo los ve, alza su mano en forma de saludo y se retira, como si todos fueran conocidos, pero sin dar una declaración contundente.
Peralta siempre será el hombre en silencio; aquél que nos haga vibrar más con sus goles que con sus declaraciones en la cancha más difícil y adversa; su garra y sus sueños van más allá, no se conforma con lo que gana y apunta para volver a triunfar en unos Juegos Olímpicos.
Esa ilusión y anhelo que vivía casi en la última calle del ejido La Partida, hoy es toda una realidad, resplandeciente y ambiciosa. No se podrá hablar de ese pequeño poblado de la ciudad de Torreón sin acordarse de Oribe y su espectacularidad en las canchas.
Hugo Carrillo
Huggocarrillo94@gmail.com
