El estandarte del Santos parece derrumbarse, una atroz problemática que hiere el corazón del aficionado lagunero. Su esperanza cae en cada jornada y en cada minuto; la esencia de un equipo que empezaba a figurar a nivel nacional se va despedazando, siéndole infiel al original estilo de los Guerreros.
Este equipo insulta al coraje que en cada momento mostraba el Santos. Ni en los tiempos de adversidad se bajaron las manos como ahora se hace. Muchas preguntas y pocas respuestas acerca de lo que pasa con el equipo del pueblo (aunque realmente ya no sea así).
Ni los domingos por la tarde han sido un parteaguas para regresarle la senda ganadora a un conjunto que está hundido en represión desde aquel campeonato tan criticado del 2015. En ese entonces, se veía más disposición, y por lo menos, un poco más de calidad.
Es una realidad que no se quiere aceptar del todo. Es un sentimiento normal, siempre el aficionado se ilusiona con ver campeón a un equipo que desde pequeño alienta con los colores de su club embarrados en la mejilla.
Desgraciadamente, en estos días eso no es suficiente. Los malos manejos directivos y las pésimas elecciones del club con sus refuerzos los han llevado al fracaso durante casi año y medio. Una fría y devastadora sensación, de ésos que dejan un nudo en la garganta cuando los analistas deportivos en la televisión señalan el pésimo accionar de un equipo que solía ser avasallador.
La afición añora tener a ídolos presentes en el equipo. Tanto en el campo, administración y en el banquillo. Benjamín Galindo llegó a aportar su granito de arena con el conocimiento que posee del club, tanto como técnico y jugador, aunque sin mucho éxito hasta el momento.
El club engaña, como un político en busca de votos. Aunque aquí no serían votos sino apoyo, juegan con la nobleza del verdadero aficionado. El "Ganar Sirviendo" parece no importar.
Ninguno parece tener la llave mágica ni el pase de abordar al éxito con Santos. No existen aquellos ambiciosos que tomaban la bola y prendían un Estadio Corona con el sol en auge.
Ya van ocho jornadas (prácticamente la mitad del torneo) y no se ve avance o esa magia que este equipo sacaba a relucir ante los rayos solares del domingo. La excusa de Luis Zubeldía ya no puede ser ejecutada, y las respuestas clásicas de De la Torre tienen poca credibilidad.
¿Qué pasará con un Santos desalmado y sin vísperas de campeón? Por lo pronto, la majestuosidad y nivel de un inmueble como el TSM carece de un equipo contundente y peligroso, o peor aún, parece que se está acostumbrando a la cotidianidad.
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