A punto de festejar un año más de nuestra Independencia, reaparecen los símbolos patrios; más que motivarnos al sentido de pertenencia e identidad mexicana, los han transformado en medio para promover el consumo, invitando a la fiesta, sin promover lo que tales fechas nos significan.
Vemos listones con los colores nacionales; nos ofrecen banderas de todos tamaños y formas junto a una enorme cantidad de afiches, además de sombreros, colguijes, moños y listones.
Muy pocos recordáremos nuestra historia de fondo y lo que festejamos, aunque al preguntarnos demos la respuesta: nuestra independencia nacional; pero el fondo verdadero nos es desconocido, porque así convino a los intereses en la manipulación de la historia.
Don Miguel Hidalgo y Costilla -1753-1811- es el mejor ejemplo:
Perteneció a una acomodada familia criolla, segundo de los cuatro hijos de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, administrador de la hacienda de San Diego Corralejo y de doña Ana María Gallaga Mandarte.
A los 12 años fue enviado a Valladolid -Morelia-, a estudiar en el Colegio de San Nicolás. En la ciudad de México -1773- graduó como bachiller en filosofía y teología.
Ordenado sacerdote -1778-, regresó a Valladolid, obteniendo por oposición una cátedra en el mismo Colegio de San Nicolás, llegando a ser rector -1790- influyendo a sus alumnos con ideas humanistas y de justicia social.
Multilingüe: hablaba español, francés, italiano, tarasco, otomí y náhuatl y leía a autores franceses humanistas liberales, promoviendo -ante el disgusto del clero- reuniones de discusión sobre temas de vanguardia.
En Dolores, Hidalgo, promovió la calidad de vida de los indígenas, organizando huertos familiares, educando en la fe y la familia y promoviendo la agricultura moderna, la apicultura, fabricación seriada de ladrillos y talleres de artesanía varios.
Amenazado por la inquisición, a partir de sus ideas contrarias a lo enseñado por la iglesia de aquellos tiempos, antes de ceder, empezó a buscar alternativas de solución.
Paco Ignacio Taibo II, en su investigación del Cura Hidalgo, rompe mitos, iniciando con la descripción de su fisonomía, diferente a la sembrada en el conciente nacional: de nariz afilada, sin ser tan robusto y alto como nos lo muestran, no representaba una buena imagen para ícono nacional; por ello, a través del tiempo, su figura fue trasformada -recuerde que igual sucedió con Benito Juárez y otros muchos héroes nacionales-.
El hombre de carne y hueso, ese que esconde la historia oficial, gustaba de la música, siendo un excelente violinista; le agradaba convivir con sus amistades en saraos y veladas de lectura de poesía, hasta participar en bailes de tardeadas.
Esa vida mundana era la justificación adecuada para atacarlo y tratar de acobardarlo; de hecho fue degradado del rectorado al ejercicio del simple sacerdocio en una iglesia y de ahí, a la parroquia desde la que llamó a la Independencia.
Su inexperiencia militar y su rompimiento con Allende -militar experto- le llevó a grandes derrotas -Puente de Calderón 1811-, con enormes pérdidas de vidas por incapacidad militar y falta de control de sus seguidores, quienes desordenados, mal armados y con rencor social, vandalizaron ciudades saqueando viviendas y cometiendo otras tropelías.
Capturado en Acatita de Baján -21 de mayo de 1811- fue sometido a agravios y ofensas: primero en un juicio eclesiástico en el que le degradaron del sacerdocio, raspándole la piel de las palmas de sus manos para borrar su consagración. Luego fue entregado a los civiles, que igualmente lo injuriaron.
El 30 de julio del mismo año fue fusilado, acompañado por algunos de sus insurgentes, entre ellos Ignacio Allende, cuyas cabezas fueron llevadas la Alhóndiga de Granaditas y expuestas a la intemperie, hasta terminar descarnadas.
No alcanzó a vivir la evolución de la guerra, ni presenciar la triunfante entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, pero desde su insurrección fue inspiración de los libertadores.
Por cierto, el llamado "Grito de Dolores", tampoco es bien referido por los historiadores: recortan el discurso lanzado desde las escaleras de la Parroquia de Dolores, cuando Hidalgo remató con la frase descriptiva de "Viva Fernando VII", evidencia del deseo de liberarnos de la opresión de españoles radicados y sus familiares arribados o mestizos y no de la corona.
La imagen de la Virgen de Guadalupe, fue transformada en bandera por los pintores posteriores, cuando en realidad fue el propio retablo, montado en cruz de madera, el utilizado como insignia, al menos en los primeros escarceos de la guerra.
De otros héroes, como Juan Aldama -sacerdote que al parecer contaba con familia propia-; Vicente Guerrero -que de bandolero errante evolucionó a guerrillero y quien merecidamente tiene el reconocimiento por participar en la Guerra de Independencia y Agustín de Iturbide -líder del ejército vencedor- presentan deformaciones históricas de sus vidas reales, impidiéndonos reconocerles como íconos a imitar, obstaculizándonos amar, aún más, a México. ¿Qué opina?
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