Igualdad
Marzo es el mes de la mujer, hay reflexiones sobre lo que somos, lo que hacemos, sobre nuestras historias de vida, aspiraciones, anhelos, obstáculos, tareas, pendientes, visiones, frustraciones, enfermedades; sobran también las definiciones del ser mujer desde los enfoques antropológicos, sociológicos, psicológicos, ginecológicos y hasta los mágicos.
Empezamos a oír aquí y allá palabras como empoderamiento, liberación, lenguaje inclusivo, estudios de género, derechos, sororidad, etcétera, que se repiten con puntualidad.
Hay talleres, conferencias, homenajes, manifestaciones, protestas, rodadas, pretextos para que hablen de nosotras y hablar de nosotras. ¿Necesario? Seguramente sí.
Recientemente, en una escapada de mujeres, fuimos al cine a ver la película Las sufragistas la historia de mujeres valerosas que se juegan la familia, la libertad y la estabilidad en aras de conseguir ser tomadas en cuenta y que su voto participara en las elecciones de los gobernantes. Vaya que hemos avanzado en aras de la equidad, hoy los temas que nos ocupan son otros, no menos importantes, sin embargo, creo que nos embriagamos con las formas y omitimos el fondo. Me refiero a que tratamos insistentemente de componer el mundo exterior y nos hace falta voltear a ver nuestro mundo interior.
¿Cuál es la concepción que tenemos de nosotras mismas? ¿Nos hemos dado oportunidad de preguntarnos lo que nos significa ser mujeres más allá de los roles que nos han adjudicado tradicionalmente? ¿Entendemos la fisiología de nuestro cuerpo y la anatomía que nos contiene? ¿Qué pensamos del placer y el merecimiento? ¿Hacemos lo mismo que hizo nuestra madre? ¿Hemos conseguido sentirnos en paz con nuestras decisiones? ¿Creemos que la vida que vivimos es regida por todos menos por mí?
Nunca es tarde para pensar-nos, nunca es tarde para corregir el rumbo, tenemos que ser capaces de que ese poder que emana de nuestra naturaleza femenina sea nuestra fortaleza para tomar decisiones que tienen que ver con nuestro bienestar, con la dignidad, con los anhelos
Yo creo que la liberación femenina está más allá del trabajo fuera de casa, el número de parejas que puedas tener, si sales o no en las noches con las amigas, si no usas sostén o tacones, si eres capaz de decidir si quieres o no tener hijos. Quiero pensar que la verdadera liberación se da cuando tus pensamientos no te atormentan, cuando la culpa no te habla quedito para intimidarte, cuando asumes las consecuencias de tus actos y no te escudas en tu vulnerabilidad femenina, cuando dejas atrás el juicio hacia ti misma y hacia las demás mujeres.
Por supuesto hay mucho trabajo pendiente en las formas, debemos insistir. No hay de otra más que entrarle y empezar a fomentar el amor por nuestra persona y eso se nota en el cuidado que tienes en tu ser físico, en romper las cadenas del sometimiento, en ser tú misma lo primero que tomas en cuenta, inclusive por encima de los hijos, en darte pequeños gustos, en ofrecerte tiempo de descanso y recreación.
Formula un listado de lo que te gustaría cambiar desde tu ser mujer y modifica tu entorno inmediato, ir de lo
pequeño a lo grande nos puede alentar. Pienso en las mujeres jóvenes que están en iniciando su vida profesional,
matrimonial o de pareja, su activismo social o despertar femenino, ellas me invitan a pedir igualdad.
•Igualdad en las tareas del hogar.
•Igualdad en la responsabilidad de la formación de los hijos.
•Igualdad en las oportunidades de puestos y salarios.
•Igualdad en la libertad social.
•Igualdad en la posibilidad de caminar por una calle oscura y no ser atacadas.
•Igualdad de decidir echarte una mochila al hombro y viajar sola con seguridad.
•Igualdad de montar una bicicleta y que nadie te moleste.
•Igualdad para que no sean los atributos físicos los que ayuden a ascender.
•Igualdad para que no haya re-victimización en el caso de violaciones o violencia.
Seguramente esta lista se queda corta y habrá necesidad de hacerla crecer según sean las experiencias de cada una de nosotras y, ¿por qué no?, de la visión de los varones.
Twitter: @mpamanes