"Los malos funcionarios son electos por buenos ciudadanos que no votan."
George Jean Nathan
Hillary Clinton nunca encendió la imaginación de los electores: ni de los demócratas ni de los independientes. Sus sufragios, 60.8 millones, son muy inferiores a los 65.9 millones de Obama en 2012, a pesar del aumento en el número de ciudadanos.
El triunfo de Trump, en cambio, es menos espectacular de lo que afirman sus seguidores y lamentan sus detractores. Las encuestas nacionales, de hecho, no se equivocaron: Trump perdió el voto popular. Sus 60.2 millones de sufragios son menores que los de Hillary, pero también que los 60.9 millones del republicano Mitt Romney en 2012.
Mucha gente se asombra que un candidato pueda ganar la elección presidencial en Estados Unidos con menos votos que el perdedor. Esto es consecuencia de un sistema federal que surgió del pacto entre las colonias que se independizaron de la corona inglesa en el siglo XVIII y aceptaron formar un solo país, pero sólo si se preservaba su autonomía. Estados Unidos tiene 50 elecciones estatales, cuyos representantes después votan por un presidente federal. Lo mismo ocurre con el presidente de la Comisión Europea, electo por los representantes nacionales en el Parlamento Europeo.
Los medios de comunicación, que se concentran en las grandes ciudades, reportaron el 8 de noviembre una gran afluencia de votantes. La nota real es que la abstención fue la más alta en dos décadas. Con cifras todavía incompletas, pero cercanas a las definitivas, la participación apenas llegó a 55.4 por ciento, frente a 60 por ciento de 2012 o 63.7 por ciento de 2008. El triunfo de Trump no es resultado de un mandato de cambio de rumbo, sino de la indiferencia ante dos candidatos impopulares. Sólo 26.3 por ciento de los ciudadanos empadronados sufragó por Trump.
No fue el voto popular el que dio el triunfo a Trump, sino el cambio de posición política de varios estados que habían sufragado por los demócratas en el pasado. Destacan varios del rust belt, el "cinturón del óxido" del centro-este de la Unión Americana, lo que los estadounidenses llaman el Midwest: Iowa, Ohio, Michigan, Wisconsin y Pennsylvania (este último pertenece a la costa este, pero comparte los problemas del Midwest).
El Midwest ha sido la región más afectada por la transformación de una economía de manufacturas a otra de servicios y alta tecnología. El término "cinturón del óxido" parte de la proliferación de instalaciones industriales cerradas cuyos equipos abandonados se están oxidando gradualmente. El desempleo del Midwest, de 4.6 por ciento, es en realidad más bajo que el del resto del país (5.0), pero los niveles salariales han bajado.
Trump aprovechó los prejuicios de los trabajadores blancos sin estudios universitarios de esta región que piensan que los culpables de sus problemas son los inmigrantes mexicanos y el libre comercio. El rechazo al extraño, al extranjero, ha sido habitual entre los seres humanos desde tiempos prehistóricos. Siempre es fácil creer que los responsables de cualquier mal son los extranjeros, tanto los que se mudan al vecindario como los que producen bienes que compiten con los míos. Por eso triunfó el "Brexit" en el Reino Unido, por eso los partidos xenófobos han tenido tanto éxito en Europa. El triunfo de Trump es una victoria más del viejo tribalismo.
Pero no cerremos los ojos a las cifras. El pueblo estadounidense no votó en masa por Trump. El mensaje de culpar a los extranjeros simplemente permeó más en una región afectada por un cambio de paradigma de la economía mundial. El verdadero ganador de la elección no es Trump sino la abstención o, más bien, la indiferencia.
NOS AFECTA
La Bolsa Mexicana perdió 7.2 por ciento en tres días. El precio del dólar en pesos subió 13.7 por ciento. Quienes piensan que el triunfo de Trump no nos afecta están equivocados.
Twitter: @SergioSarmiento