Si al menos hubiera tocado fondo, podría pensarse cómo remontar la crisis que hunde al país. No es así. No ha tocado fondo. Sucesos peores a los vistos no pueden descartarse. Lo más preocupante, sin embargo, es la insensatez de cerrar los ojos y los oídos. Pretender que lo que no se ve ni se escucha, no existe.
Salvo una que otra voz aislada, entre la clase dirigente no hay quien advierta el absurdo de exponer al país a una calamidad superior. Alguien que se yerga y diga basta. Pese a las señales del interior y el exterior que titilan en rojo, dirigentes y actores políticos juegan a endosar al supuesto adversario el desastre en puerta y, luego, de la ruina y el cascajo, pepenar ganancia. Juegan a eso, pero sí entienden qué ocurre y qué sigue.
La insensatez gobierna, entendiendo por gobierno a quienes en el poder y fuera de él participan del juego mezquino.
***
Corrupción y seguridad. La Cumbre Global Anticorrupción pretende abandonar el concepto de la corrupción como una mala práctica de gobierno y decantarse por la idea de que vulnera la seguridad de las grandes potencias, favoreciendo al crimen y el terrorismo. El artículo de John Kerry, secretario de Estado y, ojo, exfiscal de Estados Unidos, publicado ayer por Grupo Reforma, perfila con absoluta nitidez el giro del concepto. Ahí está en letra de molde.
Quizá los dirigentes políticos no lean el artículo pero, al margen del texto, el acontecer en otros países envía la misma señal: la articulación de una política anticorrupción internacional con apoyo en el descontento popular nacional es palanca para encarcelar a más de un mandatario o derribar gobiernos... y de intervenir desde fuera. Pero, aun suponiendo que nuestros dirigentes tampoco experimenten en gobierno ajeno, el rigor de las nuevas políticas financieras ante depósitos extranjeros, algo debería decirles. Vamos, ni lo ocurrido a Humberto Moreira en España les suena.
La señal es evidente y, ante ella, la insensatez corona la inacción de la clase política. Desoye el clamor interno contra la corrupción y desatiende la advertencia externa.
***
Elecciones y crimen. Tamaulipas ya lo vivió y de la amarga experiencia no deriva lección alguna. Ni al gobernador Egidio Torres lo conmueve la ejecución de su hermano. No, ahí, como si nada hubiera ocurrido, se repite la historia. El tono y discurso de las campañas del panismo y el priismo en esa lastimada entidad propone al electorado escoger un cártel u otro por gobierno. Que no se diga que no hay opción. Un partido acusa al otro de ligas con el crimen, pero ninguno demanda disolver al brazo armado que, ahora, altera la supuesta contienda democrática. Si los criminales que abatieron seis años atrás al entonces candidato tricolor, Rodolfo Torre Cantú, gozan de impunidad, ¿por qué descartar que, de nuevo, el voto del miedo resuelva la incompetencia electoral?
***
Intervención o no intervención. Sin formular aún a medio sexenio la política exterior, la canciller Claudia Ruiz Massieu pone a debate una duda: "¿Cuál es el origen de los principios (de la política exterior), qué propósito tienen en la actualidad y qué relación guardan con los intereses?". Y entre los principios que, según Ruiz Massieu, no deben ser dogma sino criterio, cuestiona el principio de no intervención.
Sin embargo, una semana después, de seguro sin enterarse de la importancia de flexibilizar los principios diplomáticos, el presidente Enrique Peña reivindica al demodé principio juarista.
Muy cerca de la frontera con Estados Unidos, en Rosarito, rescata lo establecido por Juárez hace ciento cincuenta años y dice: "Para el gobierno de México, el proceso electoral en los Estados Unidos lo observamos y seremos respetuosos del mismo porque no intervenimos en ese proceso. No habremos de meternos en los asuntos de otros, como tampoco habremos de permitir que otra nación, ni Estados Unidos ni otra, intervenga en los procesos internos electorales de nuestro país".
Sin sugerir una diplomacia esquizofrénica, ¿a cuál postura deben apegarse los embajadores de México? ¿Trump o Juárez?
***
Delegaciones o ayuntamientos o regiones. El crimen no respeta la división política del país, no circunscribe su actividad al límite del municipio o la delegación como tampoco a la frontera de esta o aquella otra entidad. Se mueve regionalmente y cada frontera política es un alivio porque constituye una barrera de protección para su industria. Por eso los problemas criminales se expresan con fuerza en la región de Huitzilac, Tierra Caliente, las Huastecas, la Comarca Lagunera, el Triángulo Dorado..., borran fronteras artificiales. El crimen opera regionalmente, las fuerzas de seguridad no. Por eso, se habla de policía federal, gendarmería nacional, policía estatal única y desaparición de la municipal. Desde hace tiempo la clase política se olvidó de las regiones, sólo recuerda los distritos y circunscripciones electorales.
La contaminación, necia, tampoco respeta la división política del país y arrastra contaminantes de un lado al otro y, entonces, la acción de gobierno -un decir, desde luego- es imposible. La Federación respeta a los estados, los estados a los municipios y la ciudad a las delegaciones y, entonces, del saneamiento del ambiente los únicos responsables son los automovilistas. Se habla de la megalópolis, pero no se toca ni con el engomado del día la necesidad de rescatar lo que fue -Carlos Fuentes presente- la región más transparente del aire.
***
En muchos otros ámbitos y problemas locales, regionales y nacionales, la insensatez de la clase política refleja su profundo desprecio por la ciudadanía, su manifiesto desinterés por la nación, su pérdida del sentido de realidad, su irresponsabilidad frente al futuro porque sólo cuenta el presente y su presencia. Pese a las señales de dentro y de fuera advirtiendo que algo anda mal y puede ser peor, arrastra al país a nuevos peligros.
sobreaviso12@gmail.com
