Viste un traje verde de una sola pieza y unos tenis converse rosas mientras una multitud lo rodea en pleno atardecer. El sonido ambiental está compuesto de risas, aplausos y los gritos de los niños que jalan a sus padres para observar al tipo que está provocando el alboroto. El Primaveras pide ayuda a un voluntario para subir a su monociclo, que se asemeja a una jirafa con una rueda. Una vez arriba, pedaleando en movimientos semicirculares para adelante y para atrás, pareciera que aprendió a equilibrarse mucho antes de poder caminar.
Ahí arriba salta, da vueltas y baila en su monociclo. Los asistentes le lanzan bolos y él los utiliza para hacer malabares: con uno, con dos, con tres y hasta con cuatro. Con su barbilla equilibra una sombrilla de seis metros de altura mientras baila al ritmo de cumbia. Así es un sábado en la noche para Édgar, el ser humano detrás de El Primaveras.
Treinta y un años atrás, en la Comarca Lagunera nacía Édgar Alarcón, el segundo de tres hermanos, que tras una vida de violinista, competidor de natación y biker, encontró su destino en el circo callejero y descubrió en El Primaveras una especie de álter ego que lo motiva a seguir sus impulsos.
"Édgar es una persona muy seria, enojona, intensa y al mismo tiempo alegre; siempre busca el lado positivo de la vida. Le suceden cosas fuertes y no baja bandera".
El primer contacto de Édgar con el arte fue mediante la música. Desde los ocho años comenzó con lecciones de violín, después en clases de piano, violonchelo e incluso de canto.
"Estuve a punto de hacer audiciones para la Camerata (de Coahuila) cuando descubrí el circo y me metí de lleno". Además de sus inicios en la música, Édgar practicaba natación. "Estuve viajando en competencias nacionales, según esto era bueno", afirma con una sonrisa ingenua.
Venga la primavera
Édgar tenía la firme intención de estudiar música en el conservatorio de Xalapa, Veracruz. Además de la música, practicaba el BMX. Tenía constantes confrontaciones con su padre debido a que él quería que continuara con la natación.
En un viaje casual y de 'ride' a Parras de la Fuente, conoció a unos malabaristas que terminarían mostrándole el destino, ése que años después lo llevaría a dar sus propias presentaciones, donde baila con la música enérgica de Lenny Kravitz y hace malabares con fuego, en un acto que hipnotiza a los transeúntes.
A sus 21 años, Édgar no sabía que a los 31 seguiría haciendo lo mismo. "Ya llevo diez años, toda una carrera".
"Me enseñaron varios trucos y desde ahí dije: 'esto es lo mío'. Comencé a organizar un colectivo, a organizar eventos, encuentros de circo y de buenas a primeras ya estaba más adentro del circo que de la música y la natación".
Con el tiempo, la familia aceptó su nuevo estilo de vida, su padre se emocionó cuando lo vio por primera vez montarse al monociclo,y actualmente su madre contribuye con sus espectáculos artísticos. Ella es modista y lo ayuda a diseñar sus vestuarios.
Cuando uno dedica su vida a realizar acrobacias encima de la gente, hacer malabares con fuego y transportarse en un monociclo, es casi imposible permanecer ileso. En una ocasión, Édgar se rompió el tobillo y tuvo que someterse a tres operaciones. "Tuve que volver a aprender a caminar", dice.
Al Planeta Equilibrio
El personaje que ahora es inherente en su vida es El Primaveras. Su nombre surgió debido a que vestía playeras hawaianas en tiempo de frío. "Miren, ése siempre viene bien Primaveras", comentó alguien sin saber que aquel sobrenombre acompañaría a Édgar durante el resto de su vida.
"Yo admiro a El Primaveras. Rescató a Édgar Alarcón, el cual era un poco depresivo. Lo cambió, lo hizo más maduro, más pensante, más consciente de su propia hija. Para mí es vida, es un personaje que llena de vida y paz a esta ciudad".
El espectáculo de este personaje comenzó en tiempos de violencia, mientras el expresidente Felipe Calderón le declaraba abiertamente la guerra al narcotráfico. "Empecé a hacer este show como un rescate de espacios públicos a través del arte".
Durante sus presentaciones, El Primaveras interactúa de manera espontánea con niños y adultos, los invita a participar con él, realiza malabares con fuego y para culminar, salta en su bicicleta a cinco confundidos voluntarios y a un pollo (de juguete), los cuales permanecen inertes, aterrados y emocionados, todo al mismo tiempo. Los invita a que se despidan de sus familiares antes de realizar el peligroso salto que termina con un pollo atropellado.
En alguna ocasión, relata Édgar, un señor se acercó a él al término de una presentación, diciéndo: "Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo", debido a que había llevado a su hija sordomuda a verlo y no paraba de reír con las ocurrencias de El Primaveras. "A ella no le gustaba salir y nunca la había visto sonreír tanto".
'¿Esto es amor?': Marley
Detrás de la entrevista y acompañándolo adonde va, se encuentra Marley -de siete años de edad-, quien aguarda impaciente el momento en que su padre termine de hablar para volver a jugar con él.
"Marley representa todo para mí. Desde que nació me comprometí de corazón con ella a que no le iba a fallar. A mi hija siempre le he dado todo mi tiempo. Ella misma sabe que cuando nos separamos, no nos extrañamos, de tanto que nos queremos. Sabe que la escucho. Confía mucho en mí porque sabe que si no hay con quién jugar, voltea a verme y le hago caras o alguna mensada", platica Édgar mientras Marley, quien dejó de correr, se sienta a su lado contemplándolo, emocionada. "Ella se ve contenta en el alma", sentencia Édgar para definir la felicidad de su hija.
Un día en la vida
Édgar se levanta a las seis de la mañana y sale a trabajar a las siete, cuando nace el inclemente sol de Torreón. "Pa' que no se me quite lo pelirrojo, me voy al semáforo", sonríe.
Se prepara alrededor de seis meses para poder controlar a la perfección un nuevo número. Cualquier desliz y perdería credibilidad en el público, ése que se acerca con él al final del show para pedirle que se tome fotos con sus hijos.
El nuevo reto de El Primaveras es el de montar un performance donde pretende tocar el violín encima de su fiel monociclo, equilibrándolo sobre la cuerda floja. Fuera de sus planes como artista, Édgar disfruta el presente y se ríe del futuro. "El otro día pensaba en que igual y en 200 o 300 años va a existir la leyenda urbana sobre si existió El Primaveras. A ver qué va a pasar".
"Estoy tan orgulloso de lo que llegué a ser, sin conocer del circo, sin competir. Yo no sabía qué tan bueno podía ser y ahora soy muy renombrado en todo el país. Me hice muy popular dentro del mundo del circo y me da mucho orgullo que reconozcan mi trabajo y el tiempo que he metido en todo esto".
Al concluir su show, El Primaveras agradece al público y pone un sombrero en medio de la calle. Comienza con la cuenta regresiva y decenas de niños corren a poner sus monedas y billetes; luego toca el turno a los adultos. La multitud se disuelve, todos regresan a sus vidas y El Primaveras vuelve a ser Édgar.
Un día con El Primaveras
Fotos: La i
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