Siglo Nuevo

José de Ribera

La maestría de un gran dibujante

San Sebastián curado por las Santas Mujeres (1821). Foto: Museo Bilbao

San Sebastián curado por las Santas Mujeres (1821). Foto: Museo Bilbao

REDACCIÓN S. N.

Como 'caravaggista', sorprende que José de Ribera fuese un dibujante “empedernido”, volcado además en el clasicismo de corte académico. Hasta el momento se han recuperado unos 160 dibujos, con los que se ha pergeñado un catálogo razonado y la exposición "Ribera. Maestro del dibujo" del Museo del Prado.

Tanto Ribera como Caravaggio tienen en común a Gabriele Finaldi, exdirector adjunto de Conservación del Prado y actual director de la National Gallery de Londres, que ve así un sueño cumplido desde que comenzó a estudiar esta faceta del Españoleto (Játiva, Valencia, 1591- Nápoles, 1652) para su tesis doctoral hace 25 años.

"Abordó un abanico de temas muy amplio, más que cualquier otro pintor del siglo XVII", explicó Finaldi durante la presentación de la exhibición, que reúne 71 obras entre dibujos, pinturas y estampas procedentes de varios museos, colecciones privadas y del propio Prado, que en las últimas décadas ha reunido uno de los conjuntos más importantes de dibujos de Ribera.

Reconocido como pintor y grabador, sobre la formación del artista español se conoce muy poco, aunque varios historiadores presumen que de Rivera fue discípulo de Francisco Ribalta. Hacia 1608-1610 marchó a Italia, donde visitó la corte de los Farnesio en Parma (San Martín partiendo su capa con el pobre) y se interesó por la obra de Correggio.

Hasta 1616 estuvo en Roma, donde admiró a Rafael, Miguel Ángel y, especialmente, a Caravaggio. Allí consiguió celebridad y realizó obras de una gran calidad, como evidencian El gusto y El tacto, de la serie de Los cinco sentidos.

UN ESPAÑOL UNIVERSAL

"Es una exposición sorprendente. Antes de Goya, Ribera es el gran dibujante español", apostilló Miguel Zugaza, director de la pinacoteca del Prado que será la primera sede de la muestra que luego viajará al Meadows Museum de Dallas (Estados Unidos), que ha coeditado el catálogo junto con la Fundación Focus de Sevilla, que más allá de concentrar está exposición, buscará mostrarle al mundo una faceta no tan conocida del artista español.

Santos y mártires, dioses y héroes, escenas de castigo y tortura son algunos de los motivos que llevó con maestría al papel en pluma, tinta, sanguina o lápiz negro, no siempre como bocetos para posteriores cuadros, sino con carácter independiente.

A través de un recorrido cronológico, tanto la exposición como el catalogo permiten admirar la producción del artista barroco desde su juventud, recién llegado a Roma con unos 15 años para formarse como pintor, hasta sus últimos años, cuando su trazo ya era tembloroso.

UN DIBUJANTE MADURO

En esa trayectoria hay etapas como la de su madurez profesional, que alcanza en la década de 1620, cuando queda patente su excepcional habilidad en dibujos a pluma de trazos largos y precisos y a sanguina, que destacan por su delicadeza y detallismo.

Entre ellos Sansón y Dalila y David y Goliat, que, según Finaldi, pudieron ser hechos para presentar a Felipe IV pinturas que después colgarían en las paredes del Alcázar de Madrid y que desaparecieron en un incendio en 1734.

Otro de los aspectos importantes que destaca la investigación muestra la predilección que por el martirio y la penitencia tenía el Españoleto, por la que fue estigmatizado con la imagen de artista cruel y sádico en los siglos XVIII y XIX.

Sus dibujos de San Sebastián y San Bartolomé, que le dieron la oportunidad de experimentar con otro de sus temas favoritos, el hombre desnudo atado a un árbol, demuestran su capacidad para reflejar el sufrimiento humano a través de la tensión de los músculos y las expresiones faciales, en las que combina éxtasis y dolor.

Aunque los contenidos mitológicos fueron escasos en su corpus gráfico, el libro incluye una obra popular de Ribera, el Aquiles entre las hijas de Licomedes, una de sus obras maestras, y Ninfa dormida con dos cupidos y un sátiro, su único desnudo femenino clásico.

UN CRONISTA PLÁSTICO

Ribera trabajó también como testigo de su época, concretamente de las torturas y ajusticiamientos que por orden de la Inquisición se realizaban en las plazas de Nápoles.

"Ninguno de estos dibujos fue hecho con la intención de incluir las figuras en sus pinturas ni para convertirlos en grabados. Parecen tomados desde una curiosidad objetiva, como si estuviese componiendo un auténtico reportaje visual del acontecimiento", explicaron los expertos en el Museo del Prado.

En cambio, sí hizo dibujos preparatorios para cuadros en sus "años prodigiosos", los que van de 1634 a 1637. Varios de los que se exhiben están relacionados con los encargos del virrey Manuel de Fonseca y Zúñiga, como la Inmaculada Concepción o Apolo y Marsias.

Una investigación iconográfica de gran cuidado y valor, en la que resaltan también un conjunto de cabezas, algunas con tocados peculiares, otras casi deformes. Y algunos de sus últimos años de vida, como el Martirio de San Bartolomé y la Adoración de los pastores, en los que el pulso le fallaba.

José de Ribera. Dibujos, ofrece una visión global de la obra del Españoleto como dibujante y cataloga todas las hojas suyas que se conocen.

Hasta 1634 su estilo se caracterizó por un acusado tenebrismo, con violentos contrastes de luz, un plasticismo duro, un crudo realismo en los detalles y cierta tendencia a la monumentalidad. A partir de ese momento optó por una pictoricidad más libre y un colorismo más rico, así como por temas y formas más amables, asimilando influencias venecianas y boloñesas. En su producción final parece advertirse un repliegue hacia formas de su período juvenil, retornando al tenebrismo y los contrastes lumínicos.

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