(Primera parte)
Presumo que a la mayoría de mis familiares, sobre todo a los más cercanos, como son mis padres, mis ocho hermanos, algunos de mis tantos sobrinos, así como mis abuelos paternos y también varios tíos, he dedicado en algún momento de sus aniversarios luctuosos, sobre todo, o bien, posterior a su partida, algún mensaje, y qué decir de mis hijos y nietos, algunos de mis tantos y tantos maestros que tuve a través de los años de primaria, secundaria, profesional y posgrado, todos ellos recopilados en mis escritos titulados: Epístolas familiares y otras misivas, así como en la historia familiar de mis ascendentes por ambas ramas, titulados Husmeando en el pasado y Hurgando en el pasado, que todavía, después de varios años, seguimos actualizando.
Sin embargo, aun cuando ya la mencionaba en otros mensajes, jamás le había dedicado uno en especial. Fue hasta el pasado 30 de abril del presente año (2016), al acudir al concierto del Día del Niño donde El tenor mexicano más exitoso de los últimos años, Javier Camarena, le canta a Cri-Cri, ofreció a centenares de niños, padres y abuelos, que sin equivocarme, fuimos los que más lo disfrutamos, un ramillete de las mejores composiciones del compositor veracruzano Francisco Gabilondo Soler, quien al interpretar El ropero, me hizo recordar a la abuela María de Hoyos, segunda esposa de mi abuelo paterno, don Constancio Rodríguez Galindo, hermano del abuelo Enemencio, y fue allí donde me prometí, cuanto antes, escribirle un mensaje a su memoria.
Dada la relación tan estrecha que hubo entre el matrimonio Rodríguez Galván, integrado por Enemencio Rodríguez Galindo y Carlota Galván Garza, y el matrimonio Rodríguez de Hoyos, formado por Constancio Rodríguez Galindo, hermano de don Enemencio, y doña María de Hoyos Orozco (¿1887?), a tal grado de que cuando fallecen los primeros en 1919, don Constancio y doña María se hacen cargo de los siete hijos, sobreviviendo cinco de ellos, y esto fue hasta que cada uno de ellos fue contrayendo matrimonio.
Tal es el motivo por lo que en esta investigación familiar agregamos los más antecedentes que pudimos encontrar del matrimonio Rodríguez de Hoyos y que a continuación mencionamos.
Desde lo más profundo de mi corazón, expreso a don Constancio y a doña María, en nombre de todos los descendientes de los Rodríguez Galván, mi más profundo agradecimiento y reconocimiento por haber dado hogar, cariño y ejemplo a los cinco sobrinos que sobrevivieron y creo, que sacar a la luz toda esta historia, es un homenaje a ellos y sobre todo dejar testimonio para todas las generaciones que de ellos hemos surgido, para que conozcan la historia de nuestros antepasados.
En realidad, son muy pocos los antecedentes de la abuela María, he recurrido a familiares que tuvieron un contacto más estrecho con ella; sin embargo, es poco lo que han podido aportar. Mis recuerdos personales se limitan tan sólo a su aspecto físico: estatura media, ya algo encorvada, su pelo era completamente blanco y lo llevaba atado a la parte posterior a su cráneo, al estilo, podríamos decir para darnos una idea, de doña Sara García y doña Prudencia Griffel; la recuerdo muy sonriente, no fue muy expresiva con todos sus nietos, pero sabíamos que nos quería y que nosotros también la queríamos a ella.
Con la ayuda de mi hermano Pedro, puedo agregar a este mensaje que tenía dos hermanas: Kina, tal vez Joaquina, y una Pepa, tal vez Josefa, ambas solteras. Recordó que Socorro y su esposo Homero, habían vivido en la casa que pertenecía a Kina, pero nada más. Tanto el hermano Pedro y el que esto escribe, recuerda a una persona de nombre Sóstenes, al parecer era primo de la abuela María y sus hermanas, pero también de que se habían criado juntos y se consideraban como hermanos de crianza.
Por: Dr. Leonel Rodríguez R.