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La apropiación de lo público

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Lo público es aquello destinado a otorgar un beneficio generalizado. Tal beneficio es ciertamente una aspiración. La experiencia nos ha mostrado que no todos se ven favorecidos de la misma manera ni con igual intensidad con lo público. Tiene que ver con el hecho de que somos diversos y nuestras necesidades varían. Pero, en el corazón conceptual de lo público, vibra la idea de lo que es bueno para todos.

A ese rasgo de lo público, ya de por sí difícil de comprender, hay que agregarle uno que, por lo que se puede constatar, resulta más complicado de entender que el primero: el del cuidado. Lo público es también aquello que es responsabilidad de todos, que todos debemos cuidar y vigilar para que no se deteriore. La relación en ese sentido es clara: entre más se cuida un bien público, mayores beneficios otorga y viceversa; a mayor descuido menos son quienes se ven favorecidos con la existencia de lo público.

Cuando lo público llega a tal nivel de descomposición que sólo beneficia a unos pocos, pierde su carácter público para entonces hacerse privado. La apropiación de lo público por uno o varios individuos entraña el mayor de los descuidos. Solemos culpar a quien se adueña de lo que no le pertenece, pero ¿dónde estábamos los que debíamos vigilar?

La mexicana es una sociedad que no ha sido educada para el cuidado de lo público. Por eso, aquello que lleva ese apellido (baño público, hospital público, escuela pública, dinero público, etcétera), suele ser lo más descuidado. Todos queremos beneficiarnos; pero pocos están dispuestos a cumplir con la responsabilidad que exige su uso. Eso abre la ocasión para que los vivales se aprovechen y abusen de lo público; para que se lo adueñen.

Existen diversas maneras de efectuar la indebida apropiación. Algunas son más burdas, otras más sofisticadas, pero todas terminan destruyendo lo público desde su esencia. En nuestro escenario, la noción misma de lo público ha sido dañada quizá sin remedio.

El trabajo intelectual que se publica, tiene la aspiración, como todo lo público, de servir a los demás a través del enriquecimiento de la cultura, entendida ésta como espacio de posibilidad para el ocurrir individual y colectivo. Su cuidado es sencillo: basta con reconocer y respetar la autoría. Se trata de valorar el esfuerzo de los demás como una forma de incentivar que otros lo intenten y así, acrecentar ese tesoro fundamental de lo cultural.

De manera lastimosa, se trata de bienes intangibles. Y si no sabemos cuidar lo material, ¿qué esperanza pueden tener las ideas?

Esa es la triste sociedad que estamos siendo: una en donde se ha normalizado la apropiación de lo público.

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