Ayer, como cada 19 de abril, se celebró el Día Mundial de la Bicicleta, celebración como la del Día Mundial del Agua (22 de marzo), de la Tierra (22 de abril) y otras efemérides que se declaran con la finalidad de llamar la atención de los gobiernos y ciudadanos, destacan porque poco se ha hecho para cambiar las condiciones prevalecientes en que se encuentran o usan, ya sea el deterioro de los recursos hídricos o del planeta en su conjunto, o en el caso de la bicicleta por estimularla como medio de transporte más ecológico y económico que el automóvil.
La bicicleta es una opción que tenemos los ciudadanos para trasladarnos en los espacios urbanos y rurales. Cuando lo hacemos en los primeros para acudir a nuestros centros de trabajo nos permitimos un ahorro al no gastar en consumo de gasolina o en pago de transporte público, y al prescindir esta erogación no sólo apoyamos la economía familiar y de las propias empresas que nos contratan porque disminuimos la presión sobre el salario que percibimos, sobre todo la población obrera de menos ingresos y donde por ello es más recurrente su uso.
La bicicleta es un medio de transporte no motorizado que sólo requiere consumo de la energía que invertimos para trasladarnos, prescinde del uso de combustibles fósiles que son una de las principales fuentes de contaminación debido a que su combustión emite dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero que está provocando el calentamiento de la Tierra y un cambio en el clima.
La bicicleta también es un medio de transporte con fines recreativos y deportivos, nos permite trasladarnos de un sitio a otro y, aunque no lo hayamos percibido, al hacerlo a diferencia de movernos en el automóvil, reconocemos mejor el entorno en que vivimos porque nos permite observar los diferentes sitios que recorremos, mientras que al manjar un automóvil los desplazamientos son más rápidos y omitimos ver ese entorno al estar concentrados en no provocar o evitar accidentes de tránsito.
Además, lo hagamos o no con fines deportivos, al usarla nos ejercitamos y por ello es más saludable que desplazarnos de manera fija al volante o sentados en el auto como si continuáramos esa postura sedentaria que por razones laborales o de ocio cada vez más mantenemos en nuestra vida diaria; la falta de ejercicio es una de las causas de la obesidad que aqueja a una parte importante de la población y uno de los factores que inciden en la presencia de otros padecimientos cada vez más comunes como la diabetes.
En los espacios rurales también la bicicleta ha sustituido parcialmente el uso de transporte animal, resulta más barato y menos absorbente que sostener un equino o asno debido a los cuidados que éstos implican; en lugares planos como nuestra región se facilita su uso para trasladarse a los campos agrícolas u otros centros de trabajo, en ello también ha contribuido que vivamos en una zona árida donde escasamente llueve.
Claro que la bicicleta no es la panacea como medio de transporte, aquellos que requieren trasladarse a través de largas distancias a sus centros de trabajo, a la escuela o para otros fines, les representará un mayor esfuerzo y consumo de energía que necesitarán en sus actividades laborales, o más tiempo y con ello les reduce el requerido para realizar otras actividades. Para hacerlo en estos casos es indispensable un transporte público, bueno, eficiente y económico.
El traslado en bicicleta implica, desde luego, la existencia de infraestructura y equipamientos viales que posibiliten su uso de manera segura, ya que el diseño actual que tiene la mayor parte de las ciudades ha sido creado para facilitar el desplazamiento del automóvil, prueba de ello es la ausencia de ciclovías que faciliten la circulación de los ciclistas, particularmente por aquellas vialidades que requiera para acceder a donde se ubican centros laborales como los llamados parques industriales, o donde se concentra el tráfico vehicular y le resulta imposible transitar.
El uso de la bicicleta también implica una cultura como ciclista, ya quienes no respetan los semáforos, el sentido de las vialidades o carecen de los equipamientos básicos como luces traseras y delanteras y el propio casco que le proteja al caer accidentalmente por sí mismo o ser derribado por el automovilista que se adueña de la calle. El ciclista debe conducirse, como el propio automovilista, con base a reglas y procurar no violarlas, aunque tal parece que es común que ambos lo hagan.
Así, la ausencia de infraestructura y equipamientos urbanos para estimular este medio de transporte no motorizado requiere un diseño que cambie el enfoque actual de las vialidades donde la escala de prioridades favorezca su uso y el del transporte público, y secundariamente el del automóvil. Este es el enfoque de la movilidad sustentable que están adoptando las ciudades que promueven cambios urbanísticos orientados a contribuir a mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades.
En el caso de nuestra zona metropolitana, pensar en trasladarse diariamente de Torreón a Gómez Palacio, Lerdo o Matamoros, constituye una proeza por los riesgos que se corren, volviéndose un medio de transporte inseguro; lamentablemente algunas personas han sufrido accidentes letales al ser atropellados por un automovilista imprudente.
El transporte público es una prioridad en las políticas públicas y debe prevalecer sobre los intereses de los concesionarios que actualmente los monopolizan y prestan un servicio deficiente, por ello en nuestra zona metropolitana es necesario crear el metrobús o un sistema por el estilo, ojalá que los candidatos a cargos de elección popular de la Laguna de Durango consideren esa necesidad y demanda ciudadana.
Finalmente, celebremos el Día Mundial de la Bicicleta para seguir señalando los vacíos urbanísticos de nuestras ciudades, rodemos en ellas por nuestras vialidades para promoverla a ver si nuestros gobernantes prestan atención y dejan de inventar obras no prioritarias. Por ello la bicicleta necesita más de un día para celebrarle.