El pasado fin de semana, tuve el gusto, la satisfacción, la alegría, de visitar la población de mis ancestros, de mis abuelos paternos y maternos, en cuyo cementerio, reposan los restos de ambos, en tumbas por separado que tan sólo las separan escasos cuatro o cinco metros, cuna de mis padres, de los hermanos de ambos, todos ellos, tíos muy queridos y recordados y algunos de los descendientes de ambas ramas, pues fue a partir de los componentes de mi generación que poco a poco, paulatinamente, fuimos saliendo del pueblo que nos vio nacer; sin embargo, aun allí radican varios primos y descendientes de ellos.
Qué satisfactorio fue apreciar cuánto han cambiado sus calles, todas muy rectas, bien pavimentadas y alumbradas y sobre todo la principal, la avenida Juárez, que por un lado, nos conduce a la población de Allende, por otra hacia Nava y Piedras Negras, otra más hacia la población de Zaragoza y a la vez a la población fronteriza de Ciudad Acuña, pasando primero por una progresista población de nombre San Carlos, muy cerca del Río San Diego, así como una carretera vecinal que de Morelos nos lleva al más progresista de los ejidos: Los Álamos, donde aún radican una prima hermana por el lado materno y algunos de sus hijos y nietos, y ver en sus más de ocho kilómetros de su recorrido las extensas nogaleras, álamos, árboles frutales de diversas variedades, donde destacan los parsimonios y a la entrada del ejido, dos serpenteantes acequias, que en su recorrido se pierden en lontananza.
Qué satisfactorio observar, sobre todo por la avenida Central y otras calles más, verdaderas mansiones que se encuentran a la altura de las grandes y modernas ciudades del país, y por qué no decirlo, del vecino país, con la diferencia que muchas de ellas cuentan en su frente y a sus alrededores, con hermosos y bien cuidados jardines, donde no falta en muchas de ellas la majestuosidad de los nogales criollos y ya en las últimas décadas de nogales injertados y plantas de ornato que con sus flores multicolores alegran aún más la arquitectura de estas mansiones, y a la entrada, o bien, salida de la población, los arcos monumentales que reciben a propios y extraños con la leyenda: BIENVENIDOS A MORELOS, y que yo agregaría: Centro de la Región de los Cinco Manantiales, saber que con su actual presidente municipal, estar emparentado, ya que es hijo de un primo paterno con el cual conviví en mí niñez y los primeros años de la juventud y apreciar en una de las esquinas de la plaza principal, aún en pie: La casa donde nací, misma que me inspiró a escribir este mensaje con mucho de prosa, pero también con algo de poesía que dice:
Continúas manteniéndote en pie, aun cuando has perdido el porte de tus años mozos, te construyeron como casa-habitación y lucías maravillosa; te remodelaron para un fin comercial y te hicieron perder tu hermosura. Un día, me viste nacer de mi madre, asistida por el Médico en Servicio Social, el Dr. Lionel Levy Meyer, de quien llevo orgullosamente su nombre, a quien considero mi segundo padre y aún más al conocer que no ha dejado descendencia; sin embargo, su nombre se ha perpetuado a través del niño que ayudó a nacer y posteriormente de su hijo y del hijo de su hijo, sin embargo, al año emprender la partida. En mi niñez, y aún en mis años mozos, te visitaba con frecuencia, pues aún nos pertenecías; fuiste testigo de muchas alegrías y muy buenos ratos y sufriste con nosotros al albergar en tu seno el féretro del hermano caído. Aun con todo, allí estás, firme en tus cimientos, ya no tanto en tus paredes que se ven "carcomidas" por la falta de mantenimiento, el paso del tiempo y el olvido se han marcado en tu estilo, tus techos, sintiendo están los efectos de las torrenciales lluvias y las estrías que dejan los calcinantes rayos del sol en tiempos veraniegos, también te han marcado, aunque no lo veamos, cada día.
Pero allí estás sin ninguna queja, sin ningún reproche viendo transcurrir los días, nostálgica y melancólica, observando, como, muchos de los que al pasar te lanzaban una mirada, ya han emprendido la partida, al igual que tus primeros dueños, que no quisieron deshacerse de ti con la esperanza de que algún día, uno de sus descendientes, volviera a ocuparte, a darte calor y alegría, más no fue así y al final, quedaste sola y en el olvido, hasta que vino un nuevo dueño y otro y otro más; allí estás sin reclamar el poco cuidado que de ti han tenido.
Hemos perdido el rastro de cuántos propietarios has tenido, sin embargo, a quien nacer viste hace ya varias décadas, nostálgico le agrada pasar y verte a distancia con melancolía. Me entristece, no puedo evitarlo, aunque ya no seas nuestra, los cambios que en ti se han realizado; me desagrada el descuido de tu extenso solar, la destrucción de tu noria, de la que tantas veces extrajimos la frescura de sus aguas, los nogales criollos han resistido el paso de los años, más no así aquellos majestuosos sabinos que a falta de cuidado también se han ido y de aquella acequia que por tu solar serpenteaba, sólo en mis recuerdos ha quedado, cómo el agua corría.
Pero allí estás, altiva, en pie, esperando que algún día, te restauren tu dignidad jamás perdida (Julio del 2016).
LA CASA DONDE NACÍ