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La Columna de Brizio

APLICAR LA LEY

ARTURO BRIZIO CARTER

Uno de los grandes rezagos que tiene nuestro país es la justa aplicación de la ley. Entre la corrupción y su prima hermana, la impunidad, nos debatimos los ciudadanos de a pie como usted y yo mirando cómo se trivializa el robo, el saqueo, el fraude, el ataque a los derechos humanos, los feminicidios, el acallamiento sistemático a los periodistas y toda una serie de violaciones que darían para rodar una película de terror.

Las cárceles están atiborradas pero no de culpables sino de pobres, porque aquél que tiene el dinero para pagar su defensa, tiene una muy alta probabilidad de salir ileso sin siquiera tocar barandilla, como dirían los "coyotes" de delegación, esos clásicos del derecho.

Los abogados en México, salvo honrosísimas excepciones, no buscan probar la inocencia de sus clientes sino el error de los órganos encargados de impartir justicia a la hora de integrar una averiguación y, de esa manera, asirse a los entresijos que deja la impreparación y la carga laboral para demostrar que existieron violaciones al "debido proceso".

De esa manera, criminales convictos y confesos, salen a la calle como si de ir a un baile se tratara, dejando con un palmo de narices a sus juzgadores.

En el futbol no hay demasiada diferencia. El jugador profesional busca hacer dentro de la cancha todo aquello que sabe prohibido, a sabiendas que el juez en turno no se atreverá a ponerle un hasta aquí.

Por eso, disfruté tanto la expulsión del portero del Puebla, Cristian Campestrini, el pasado domingo en la cancha de Ciudad Universitaria.

Resulta que el cuadro de la franja ganaba el partido y el meta argentino se dedicaba a retardar la reanudación del juego en los saques de meta a su favor. El árbitro era Diego Montaño, con pocos partidos en primera división.

Al mostrarle la tarjeta amarilla, Campestrini se hizo el "canchero", ignorando al silbante y pensando, como siempre, en que no se atrevería a ir más allá, sobre todo cuando para Puebla, los tres puntos de visita significaban oro molido en su lucha por no descender.

Siguió haciéndole al "canelas" y el juez tapatío le mostró la segunda amarilla y lo echó del terreno de juego, poniéndole la muestra a otros de sus compañeros, algunos árbitros consagrados, a los que les tiembla frecuentemente la mano para tomar una decisión de este tamaño.

Los porteros en general, dentro del futbol mexicano, hacen en este rubro lo que quieren. Hierve la sangre de ver como se burlan de la autoridad y cuando llegan a ser amonestados, retan al nazareno haciendo todavía más ostensible su actitud convencidos de que no serán expulsados.

El meta poblano se dice maltratado ya que él solo quería "manejar los tiempos". ¡Pues ya lo sabemos!, por eso aplaudo que los hayan botado de la cancha.

Ahí queda esa puntual aplicación de la ley. A ver si hay quién le siga el juego al joven Montaño.

apbcarter_1@hotmail.com

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