Queridos amigos, si bien es cierto la Copa América Centenario ya arrancó y hoy domingo debuta México ante Uruguay, les pido licencia para apartarme un rato del balompié para comentar sobre la vida y el reciente deceso de una de las figuras deportivas más importantes de la historia: Muhammad Ali.
Cassius Marcellus Clay vio la primera luz en Lousiville, Kentucky, el 17 de enero de 1942. Sus facultades y físico imponente le hicieron destacar en varios deportes, pero eligió el pugilismo y bien chavito representó a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, ganando la presea dorada en peso semicompleto.
De regreso en su país ingresó al profesionalismo y tras una ascendente y espectacular carrera, logró ganarse a pulso el derecho a disputar el título de los mastodontes que ostentaba su ídolo de juventud, Sonny Liston.
Dirigido desde la esquina por el legendario mánager Ángelo Dundee, hizo una pelea inteligente y con base en una agilidad desconocida hasta entonces en un peso completo, desesperó y acabó destronando a su oponente.
Fuera del encordado también fue un guerrero. El "tío Sam" lo reclutó para ser enviado a combatir en la guerra de Vietnam y Clay se amparó aduciendo objeción de conciencia. Hizo notar públicamente las taras de un sistema que impedía a un joven comprar cigarrillos o tomar una cerveza, pero que le daba derecho a matar enemigos a los 18 años.
Por ello fue desconocido como campeón y sujeto a un proceso que acaparó la atención mundial. Posteriormente cambió su credo religioso convirtiéndose al Islam y tomó el nombre del profeta para hacerse llamar Muhammad Ali.
A su singular estilo de boxear le acompañaba una lengua afilada que hería a sus rivales y daba cuerda a sus detractores. Se recuerda que previo a una pelea contra Joe Frazier declaró: "Volaré como mariposa y lo picaré como abeja". Tampoco perdía oportunidad de decir que era el mejor y por supuesto, el más guapo.
Enfrentó a los mejores peleadores de su época, como los mencionados Frazier, Liston, así como Ken Norton y George Foreman, en una división espectacular y que pagaba grandes sumas de dinero. La televisión encumbró al boxeo como uno de los eventos Premium, gracias al carisma y a la imagen mediática de este fenómeno del cuadrilátero.
Desgraciadamente el flagelo de una enfermedad denigrante como el mal de Parkinson se apoderó del cuerpo de este atleta único. Lo fue minando hasta convertirlo en el inválido que trató de encender la llama olímpica en los juegos de Atlanta.
Este fin de semana nos enteramos con tristeza que, a los 74 años de edad, falleció en Phoenix, Arizona, quizá el peleador más grande en la historia del pugilismo. Ahora seremos testigos de su paso a convertirse en leyenda. ¡Hasta siempre, señor Ali!
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