YA NO QUIERO SER DOCTOR DE PERROS
Doctor habla la señora Genoveva Garza de Valencia, no se acuerda de mí me dijo una vez por teléfono, y prosiguió diciendo alguna vez vino usted a revisarme un perro, ¿Cuánto tiempo hace que fui?, le pregunté para ubicar su identidad y haciendo cuentas fue alrededor de diecisiete años atrás.
Siempre trato de sacarle jugo a las cosas, y aprender de los animales y del dueño, y casi siempre es así, en muchas de las ocasiones se presentan situaciones que se convierten en anécdotas al paso del tiempo. Resulta que la señora Garza de Valencia, me llamó, por aquellos entonces pocos días antes de Navidad, porque su perro Bull Dog, llamado "Pierre" por accidente, cayó a la alberca y estuvo a punto de ahogarse, cosa que gracias a Dios, no sucedió, pero como que quedó un poco resentido por tal accidente, la señora Beba, quiso que yo fuera los próximos días a revisar al perro, ya que para esas fechas ella salía de vacaciones de fin de año. Este perro lo habían traído de Estados Unidos, como un regalo para su hija "Beba" y lo trasladaron de Estados Unidos a Monterrey, en avión y de Monterrey a Torreón en automóvil.
Mi hijo mayor que entonces tenía tres años pidió de Navidad un maletín y una bata blanca, pues él quería ser doctor. Al amanecer del día de Navidad, fue al arbolito y encontró con mucha alegría lo que había pedido, poniéndose de inmediato la bata blanca y agarrando su maletín para revisarnos a todos según él.
A media mañana de Navidad, después de que mis hijos abrieron los regalos, me preparé para ir a revisar el Bull Dog de la señora Valencia y al escuchar mi hijo vestido de doctor, quiso acompañarme de muy buena gana. Al llegar a la casa timbré, acto seguido abrieron las personas que se habían quedado a cargo, y pasé al jardín con mi hijo agarrado de la mano, al vernos el "Pierre" que era manso por alguna razón se abalanzó sobre mi hijo, tratando de morderle una pierna, pero sólo lo intentó una vez y agarrándolo únicamente del pantalón. De inmediato lo cargué y lo puse fuera del alcance del perro y sus ladridos, después revisé al perro, quien iba evolucionando muy bien, y luego revisé a mi hijo, que fuera del enojo estaba muy bien, lo cargué y salí con él de regreso, y cuando lo puse por fin en el piso para abrir la camioneta se quitó la bata y junto con el maletín los aventó al suelo y en una rabieta propia de un niño de su edad dijo ya no quiero ser doctor de perros.
Mi hijo cumplió su palabra y a partir de ese momento, rara vez, me acompañó a la consulta, por más que yo le rogaba para que lo hiciera, y como lo sentencio hace la friolera de veintitantos años no fue doctor de perros y en la actualidad es Médico recibido de la Universidad Autónoma de Coahuila.
Esta vivencia como muchas otras, se convirtió con el tiempo en una anécdota y es para mí, al recordarlas un pago extra e inmerecido, pues son éstos y muchos otros hechos los que me retroalimentan y me han hecho madurar y me han dado enormes satisfacciones y lecciones de humildad, haciendo como dicen en el rancho que me "ingra" más a mi profesión por la cual siento pasión, pues es fuera de mi familia mi segundo amor.
Y ahora para terminar una gota de filosofía:
A LOS TIRANOS SE LES ENFRENTA… NO SE LES APACIGUA.