No es muy frecuente que los perros me muerdan, de hecho, muy pocas veces me han agredido directamente sin una aparente provocación. Siempre procuro tomar más precauciones, cuando siento, que algún perro pudiera morderme, pregunto al propietario si su perro es bravo como primera medida de precaución, aunque siempre o casi siempre recibo la misma respuesta: No es bravo, es nervioso, o casi no es bravo, o primero deje que lo huela para que se calme.
De hecho, tengo muy pocas marcas de cicatrices de mordidas, las cuales yo veo como gajes del oficio.
Las veces que me han mordido un perro o gato, casi siempre ha sido por descuido mío, ya que siempre uno debe estar alerta a todas las reacciones de los animales, cualesquiera que éstas sean y confiar en nuestro instinto, aunque éste nos falla de vez en cuando.
En mi antebrazo izquierdo, tengo una cicatriz que ahora es sólo de diez cm., aunque en su momento a mí se me hacía más grande, con el tiempo se ha ido disminuyendo, ésta me fue infringida por el Duque, un perro precioso, imponente, que fue propiedad del señor Salvador Torres Pérez.
Cuando las personas me preguntan que si no les tengo miedo a los perros o a algún perro en especial, les contesto en son de broma que sí, e inclusive pavor… Entonces, ¿cómo le hace para tratarlos?, y les contesto que le tengo más miedo al hambre.
De hecho, he aprendido a cuidarme más de algunas personas que afortunadamente son pocas, más que de los mismos perros, ya que estos últimos agreden en autodefensa o cuando hemos invadido lo que ellos sienten como su propiedad, y las personas agreden aun sin razón.
Por eso, entre más conozco a mi perro, procuro querer más a mi prójimo.
Y ahora, para terminar, una gota de filosofía:
CUANDO DOS PERROS PERSIGUEN UNA LIEBRE Y EL DE ADELANTE NO LA ALCANZA… EL DE ATRÁS MENOS (FILÓSOFO LAGUNERO).
