Los resultados de la elección del domingo pasado, en que de doce gubernaturas en juego siete fueron para el Partido Acción Nacional y cinco para el PRI, indica que el elector mexicano distingue la diferencia entre las opciones que ofrece nuestra débil democracia, y tiene la capacidad de utilizar su voto para vencer las inercias que son producto de la complicidad, el miedo y la desesperanza.
Lo anterior a despecho de una corriente de opinión que haciendo el juego al PRI, hace gestos de asco a la política y llama al abstencionismo y a la inmovilidad, bajo el argumento falaz según el cual, todos los políticos y todos los partidos son iguales.
En esta ocasión los partidos de oposición hicieron su tarea como lo indican las alianzas entre PAN y PRD, que no se limitan al aspecto electoral, sino que están basadas en planes y compromisos comunes de gobierno.
Los candidatos de oposición favorecidos por el voto resultaron ser los indicados, en la medida en que dando la cara y en algunos casos jugándose el pellejo, fueron capaces de hacer salir a los electores a votar venciendo la desconfianza reinante, castigando a gobernadores priIstas aún en funciones, cuyo descrédito ha alcanzado profundidades abismales.
Las diferencias están a la vista. Mientras los partidos de oposición con todos sus negativos son perfectibles, el priismo se ha erigido a sí mismo como una estructura perniciosa que por sistema recurre a la corrupción, al clientelismo y al pacto con las fuerzas del crimen, con tal de conservar el poder a cualquier precio.
A lo anterior Manlio Fabio Beltrones denomina "gobernabilidad", pero es sólo un disfraz de la extorsión ejercida en contra de una sociedad, que es tenida como rehén por un grupo faccioso.
La diferencia que lo anterior implica, produce dos resultados distintos: por una parte los gobiernos priistas no necesitan de nada ni de nadie y consideran al gobernado como súbdito. El priismo puede llevar al triunfo al candidato que sea, porque lo impulsa con una estructura que sostiene un caudal de recursos públicos desviados que se destinan a la compra de conciencias y lealtades, lo mismo en medios de comunicación, que en las clases privilegiadas o en las masas de pobres que genera el sistema.
Lo anterior mantiene a nuestro país al borde de lo que calificó Fernando del Paso, como "el principio de un estado totalitario que no podemos permitir...", en el que el pueblo debe callar y obedecer, mientras el gobierno dilapida la hacienda sin rendir cuentas. En tal sistema las iniciativas sociales son vistas con desconfianza y si se advierte que alguna propuesta ciudadana puede significar un negocio para la nomenclatura priista, se apoderan de ella y la secuestran en su propio y particular beneficio.
Los gobiernos de oposición en cambio, dependen de manera principal del voto de la clase media que da y quita según los desempeños y las circunstancias imperantes y como consecuencia, para tales gobiernos el gobernado es un ciudadano, factor de la base social sobre la que descansa el poder del estado. Este tipo de gobiernos requiere por naturaleza de la participación constante de una sociedad vertebrada como exigencia y como apoyo, como condición para que rindan los frutos que de ellos se esperan.
En resumen, la corrupción como flagelo principal de nuestra vida pública, en el PRI se da por sistema y en el resto de los partidos se da por defecto. La participación ciudadana en el caso de los gobiernos del PRI es un estorbo que hay que eliminar con dinero o represión (plata o plomo) y para los gobiernos de oposición, es un aliento vital no solo necesario, sino imprescindible.
Por eso son importantes los esfuerzos realizados por la sociedad de la Comarca Lagunera, que en materia de participación ciudadana han producido resultados importantes como los que ofrece Renacer Lagunero, asociación civil que en días pasados presentó una propuesta de Agenda Regional para el Desarrollo Comunitario y la Competitividad, que merece comentario aparte. La Agenda de Renacer Lagunero es fruto de una participación reflexiva que busca conectar con los gobiernos de todos los niveles y del partido que fueren, porque colores van y vienen y sólo la sociedad permanece.