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La entrevista con Joaquín

SIN LUGAR A DUDAS…

Patricio de la Fuente
“En México el arte de la entrevista periodística no se ha desarrollado porque a los políticos y a los hombres importantes les gusta disfrazarse de esfinges”

— Fernando Benítez

No entienden que no entienden. Si la pretensión de Los Pinos era implantar un control de daños para resarcir la maltrecha imagen presidencial, especialmente tras la nota publicada por el periódico The Guardian, todo apunta a que fracasaron en el intento. Y es que lo que los millones de ciudadanos perciben sobre la pareja presidencial no arroja saldos positivos.

Para Joaquín López Dóriga -un veterano del periodismo y quien este viernes se despide del noticiero estelar de Televisa tras 16 años de conducción- resultó imposible sacar a Enrique Peña Nieto de los lugares comunes durante la conversación que ambos sostuvieron en días pasados. Pese a que en corto es un hombre cálido y agradable, al presidente no se le dan los medios ni las salidas del guión. Arma de doble filo, la televisión que en 2012 tanto ayudó al candidato, 4 años después de plano lo perjudica.

Quizá temeroso de relajarse y con ello demeritar los símbolos de la investidura, Peña Nieto desaprovechó la oportunidad de hablarle a los mexicanos con franqueza, admitir errores y anunciar un golpe de timón, que tanto amigos como detractores le están pidiendo a gritos.

No hubo tal cosa, ni explicaciones certeras que calmen a diversos sectores sociales decepcionados, tanto del ámbito de lo público, como de la forma en que el actual gobierno se ha venido conduciendo en distintos temas.

En lo que a López Dóriga atañe, percibo que no quiso acorralar al mandatario ni cruzar la delgada línea entre lo terso y lo incómodo, en lo que fue su última entrevista como la máxima estrella del Canal de las Estrellas. Más que una entrevista, nos queda la duda si en el fondo se trató de otro infomercial para el lucimiento y el culto a la personalidad.

Y es que tal y como sucedió con Jacobo Zabludovsky en su época de gloria, aquí parecen existir dos López Dórigas. Uno, el experimentado reportero que como columnista y conductor de la radio se atreve a ir más allá y coloca el dedo en la llaga, y otro, el famoso conductor de Televisa que se sabiéndose atado a los intereses comerciales y políticos del consorcio, boxea en un ring con demasiadas cuerdas.

Lastima; es tal el mal humor social que la estrella de Don Enrique, por más que le allanen el camino con cuestionamientos tersos y escenarios lucidores, no brilla sino que se percibe eclipsada tanto en lo personal como en lo político. Lo peor del caso es que parece no haber un plan, una hoja de ruta rumbo a los éxitos y la percepción de antaño, hacia 2013, cuando era visto como el gran reformador.

Bien lo dijo el periodista Salvador Camarena en un texto sin desperdicio que lleva por título “La (dañina) telenovela de Angélica y Enrique. Escribe Camarena: “Quien ocupe la presidencia de la República y su pareja no pueden ver su labor profesional como una chamba, como un medio de ingreso o como un medio para escalar o mantener una posición social. Ese trabajo es, ante todo, un alto honor, uno que conlleva derechos (el más importante: hablar a nombre de su país, representarlo, pues) y muchas obligaciones (quizá la más importante, no dañar la imagen de la nación que le encargó el mando).”

Aunque en efecto se han logrado cosas, la cruz del presidente y de su Gobierno se resume en una palabra: percepción. Por ahí, en tal sentido, están acabados.

Suerte y buen viento a Joaquín en lo que sigue. Tal vez en lo nuevo podrá explayarse. La verdadera época de Jacobo se dio al salir de Televisa, cuando llegó a la radio. Pudo ser otro, uno que no conocíamos…

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Persicope, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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