— Anónimo
En ocasión del Día del Padre, me permito reflexionar con ustedes la manera en que celebramos esta fecha en México y como con mucho orgullo nos declaramos admiradores de tan importante personaje en nuestras vidas; sin embargo, poco hemos reparado en la importancia que tiene la figura paterna, en una de las áreas en las que los papás son extraordinariamente valiosos: la educación.
Es imprescindible reconocer que la verdadera educación de un niño comienza mucho antes de su nacimiento y se inicia con la propia educación del futuro papá, quien debe prepararse interiormente con mucha antelación, sobre todo mediante una mejor comprensión del papel que le corresponderá vivir frente a sus hijos: ser ejemplo.
Al ser consciente de los poderes que se le han conferido: tanto la naturaleza como la sociedad, el padre trabaja para poder dar a este nuevo ser, un cuerpo físico, psíquico, social y espiritual; si millones de papás en el mundo decidieran prepararse para hacer bien este trabajo, la humanidad se transformaría radicalmente en pocas generaciones.
La experiencia y las investigaciones científicas han demostrado que el padre graba profundamente en su hijo lo que él mismo es, ya que existe un período muy importante y bien definido, (normalmente de los 2 a los 12 años, al menos) durante el cual el padre desempeña un papel preponderante en lo que serán las tendencias y los hábitos morales de su hijo. Es la etapa en la que los niños tienen como figura central a su papá y que se constata en expresiones tales como: "mi papá es el mejor" o "mi papá es el más fuerte" o "cuando sea grande voy a ser como mi papá", etcétera.
Las mejores condiciones físicas, psicológicas y sociales, para que el niño se desenvuelva lo más sanamente posible, son las que se derivan del hecho de ser querido y respetado por la figura paterna. Ya lo dice el propio filósofo, Immanuel Kant: "te hace más fuerte sentirte amado que sentirte fuerte".
La solidaridad más íntima, es la que une al padre con su hijo y que lejos de desaparecer cuando éste crece, continúa y se fortalece durante mucho tiempo. Por eso es tan esencial que se encargue el propio padre de la educación y el cuidado de su hijo menor y que no se resigne (por necesidades de trabajo o por lo que sea) a confiarle las primeras enseñanzas a otros.
Los niños deben aprender de su padre a estar solos, a divertirse solos, a sentirse seguros, ya que es la figura paterna la que nos da seguridad y confianza, aunque no siempre sea presencialmente, los niños se acostumbran a sentir la presencia de papá y a saberse acompañados, felices.
El razonamiento formal de los papás con los niños muy pequeños debe reducirse al mínimo, pensar con él, pero con calidad, con verdades absolutas, con firmeza, pero sin rigidez, ya que no están aún en posesión de un pensamiento lógico completo. Querer hacerles razonar demasiado pronto es como querer hacerles caminar a los primeros meses de vida.
Cuando se les trata de resolver absolutamente todo en su etapa pequeña, se corre el riesgo de convertirlos en dependientes para toda su vida; uno de los mayores servicios que se pueden proporcionar al niño es reglamentar sus hábitos, porque es como liberarlo de una responsabilidad que todavía no les corresponde y que les ayudará más adelante a enfrentar trabas, incertidumbres e inhibiciones.
El papel de papá en la primera educación de los hijos, es el de facilitar su desenvolvimiento personal, moral y social, ayudarle a conquistar su verdadera libertad; el orden y la regularidad son casi tan indispensables en esta edad como el cariño. Depende del papá, incluso que a temprana edad el pequeño sepa cosas y se interese por leer, por ejemplo.
El papel de los padres en la educación formal de sus hijos es un asunto poco estudiado y menos discutido, por lo que es necesario redimensionar esta función para que sirva de puente entre las primeras experiencias del niño con actividades desarrolladas en la casa, como el jugar, el colorear, identificar objetos, formas y colores, con el inicio propiamente dicho de su instrucción escolar.
Estas ideas han ampliado un gran abanico de posibilidades para fomentar la responsabilidad y la coparticipación de los padres en la escuela y que se formulan, al menos en dos tipos de participación: la obligación de los padres de crear un ambiente positivo para el aprendizaje de sus hijos y la implicación individual y obligatoria de los padres de trabajar en colaboración con la escuela de una forma regular.
Para finalizar, quiero reconocer ampliamente el extraordinario papel que desempeñan los papás en la vida escolar, sin ellos sería prácticamente imposible educar y educarnos. Gracias a papá por ser guía y ejemplo y por estar siempre disponible.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com