La Isla de Guilligan en la costa del municipio Guanica es parte de un grupo de tres cayos deshabitados al suroeste de Puerto Rico. Foto: Rafael Blando.
El recorrido comienza en la pequeña ciudad sureña de Ponce, a dos horas de San Juan, Puerto Rico. Dos leones marcan la entrada triunfal al centro de la ciudad de bella arquitectura colonial, donde grandes ventanales de madera en colores vibrantes decoran las casas.
La plaza central está adornada por el Parque de Bombas, una bella edificación terminada en 1882 que un día sirvió como estación de bomberos; hoy convertida en museo. Una curiosidad que no puede pasar desapercibida es la venta en cada esquina de boletos de lotería, la constante promesa de una vida mejor del pueblo latinoamericano.
El explorador no se puede perder la bahía bioluminiscente de La Parguera, en la municipalidad de Lajas. El pequeño pueblo pesquero es famoso por la pesca de pargos y por contar con una de las siete bahías fosforescentes que existen en todo el mundo; sin duda uno de los espectáculos más bellos y mágicos que se pueden apreciar en esta vida. Desde el pequeño puerto junto a coloridos botes pesqueros se toma el ferry que lo llevará en un recorrido de veinte minutos hasta la bahía, dentro de la profunda oscuridad de la noche. Una vez en el agua, el viajero agita sus brazos suavemente y observa como una luz mágica sigue sus movimientos, la emoción recorre sus venas y se agita con fuerza, aventando el agua hacia arriba, mágicamente el agua centellea destellos azules fosforescentes llenos de vida; el agua brilla por sí sola en un hermoso espectáculo único en el mundo. La bioluminiscencia es ocasionada por millones de organismos dinoflagelados que al agitarse se protegen y desprenden energía en forma de luz azul. Debido al delicado balance del ecosistema, se recomienda tener mucho respeto para conservarlo para generaciones futuras.
De regreso al puerto el visitante puede recorrer el bello muelle de madera y caminar por la calles para disfrutar de la ciudad. Se recomienda probar una piragua (raspado) de alguno de los múltiples sabores naturales con frutas locales. Un dulce manjar al paladar para refrescarse en una calurosa noche de verano borinquen.
Por la mañana del día siguiente, el viajero emprende la ruta hacia Guánica. La autopista número dos pronto se torna en la hermosa carretera escénica 333, que recorre la costa entre acantilados rocosos y hermosos paisajes con bahías caribeñas que funden su color verde esmeralda con un profundo azul marino en el lejano horizonte. El viajero siente esa fantasía como de estar viviendo una aventura de película rumbo a una isla remota. Una vez llegado a Caña Gorda hay que tomar un pequeño bote hacia la isla de Guilligan. En realidad su nombre oficial es Cayo Aurora y el nombre de Guilligan Island es sólo un apodo adquirido gracias a la famosa serie de televisión de los años sesenta titulada así.
La isla es en realidad un gran manglar que se puede recorrer tranquilamente nadando entre canales naturales, con la corriente empujando al visitante suavemente fuera de los ríos de la isla; con ese sonido tan singular de la corriente silbando eternamente. Entre raíces intrincadas uno se abre paso y si se tiene suerte encontrará alguna pequeña playa de arena grisácea pare descansar. El agua cristalina y de baja profundidad es perfecta para practicar esnórquel y también se recomienda rentar un kayak para recorrer los canales. Al caer la tarde y regresar al embarcadero, se puede disfrutar de un delicioso pescado con tostones en el restaurante San Jacinto, un platillo local a base de plátanos maduros machacados y fritos que el viajero no puede dejar de probar.
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