"No hay alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra. Todos han sido parte de un modelo que hoy estamos desterrando y queriendo cambiar". Esto lo dijo el presidente Peña Nieto apenas hace dos días con motivo de la Semana Nacional de Transparencia. Palabras que serán blanco de mil y una críticas por medir con la misma vara a todos por igual, tanto a culpables como a inocentes.
La lucha contra la corrupción y la repetición de la violencia es parte integrante de lo que hoy día se requiere para consolidar nuestra marcha. Este objetivo no coincide con la increíble alusión bíblica del presidente y que dicho sea de paso, la dijo fuera de contexto pues Peña Nieto inhabilitó de un golpe todo el esfuerzo que él mismo describió para combatir este costoso cáncer que debilita a la sociedad mexicana.
Fue éste un mensaje para la juventud nacional cuando el atribulado momento en que vivimos requiere inspirar, con una clarinada firme y digna a la batalla que el mismo presidente debería encabezar. Fue éste el llamado a la acción que el presidente esquivó.
En México los menores de 30 años conforman el 54 % de la población nacional, lo que incluye tanto a los que carecen de escolaridad como a profesionistas. La tarea que nos espera no es simplemente cívica. La equidad social supone justicia en lo económico lo que implica incorporar a todos en el esquema de desarrollo compartido.
La persistencia de los que no tienen ocupación fija ni se han preparado escolarmente lastra el avance de toda la comunidad. Ofrecer oportunidades de superación a los "ni-nis" es una acción por igual de los empresarios que de las pequeñas y medianas empresas que son las que emplean más del 90 % de nuestra mano de obra. Al hacerlo no sólo forjan la fuerza productora nacional sino llevan al país hacia una comunidad más integrada.
Este grupo es importante ya que, como sucede en muchos países, los jóvenes bien pueden determinar la suerte final de cualquiera elección. El que todos los partidos políticos del mundo se esfuercen por atraer a los votantes jóvenes es una constante bien conocida. Lo importante para nosotros es que los comicios en puerta sean la ocasión, no sólo para fortalecer electoralmente a los partidos, sino que sean aprovechados para incorporar a los nuevos electores a las normas, derechos y deberes de la democracia.
La tarea no es fácil, si deseamos dejar atrás los años en que no importaba ni la opinión ni el criterio del ciudadano que nada tenía que aportar, salvo su humillado voto, a la elección de gobernadores, funcionarios municipales, y legisladores. La elección del Presidente de la República era el eje de un gran sistema de intereses creados montado en la sumisión ciudadana y en el juego político cupular.
No es demasiado pronto ir previendo el comportamiento de nuestro electorado en los comicios de 2018. La actividad de los partidos es asunto que todos los medios están ávidos por informar. Los partidos saben el valor de la participación de los jóvenes, especialmente los que por primera vez ejercen esa facultad ciudadana.
La tarea que nos espera no es simplemente cívica. La equidad social supone justicia en lo económico, lo que implica incorporar a todos en el esquema de desarrollo compartido. La persistencia de los que no tienen ocupación fija ni se han preparado escolarmente lastra el avance de toda la comunidad. Ofrecer oportunidades de superación a los "ni-nis" es una acción por igual de los empresarios que de las pequeñas y medianas empresas que son las que emplean más del 90 % de nuestra mano de obra. Al hacerlo, no sólo forjan la fuerza productora nacional, sino llevan al país hacia una comunidad más integrada.
Es penoso observar como persiste un índice bajo de escolaridad de apenas 8.5 años, frente a los 12 o más años que existe en una vasta mayoría de países. La juventud sigue siendo la materia prima electoral indispensable para completar el proceso de lograr que México sea una sociedad cabalmente democrática.
La ocasión que se presenta de ahora hasta 2018 para inaugurar un buen número de gobiernos estatales que, hasta por conveniencia propia, no deberán repetir las vergonzosas actuaciones de sus antecesores. Los nuevos gobernadores tienen en sus manos una oportunidad única para enseñar a los jóvenes el respeto a los instrumentos e instituciones de la democracia. Les deberán mostrar los caminos que eviten los estragos de la corrupción que desencadena la elección de gobernantes que sólo ven en su puesto la oportunidad de saquear la riqueza de sus estados.
La orientación del desarrollo del país depende en mucho de la actuación y del ejemplo de los que ocupan puestos de responsabilidad pública. Son ellos los que fijan el tono de las actividades de la comunidad y de toda la nación.