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La prostituta sagrada

Diálogo

YAMIL DARWICH

Comprender cuándo la mujer empezó a perder sus derechos de igualdad en referencia al hombre, es cuestión de conocer un poco de historia del mundo.

Nancy Qualls-Corbett, psicoanalista de Birmingham, Alabama, hace un análisis al respecto en su libro titulado "La prostituta sagrada".

Nos regala un breve recorrido a través del tiempo, que me permito resumir y compartir con ustedes, empezando por una cadena de personajes que desembocan en diosas que nos son conocidas; una misma divinidad con distintos nombres, según la cultura a la que nos refiramos: Inanna, en Sumeria; Ishtar, en Babilonia; Anahita, con los persas; Cibeles, de Libia; Afrodita, para los griegos: Venus, de los romanos; Anata, entre los cananitas, también llamada Astarte o Ashtart; Isis, del Imperio Egipcio y algunos incluyen a Miriam, de los judíos.

Podemos agregar otras representaciones de la madre creadora: Gea, la primera de ellas: en América, Pacha-Mama o Mamanchic, para los Incas; Mapu, para los mapuches; Ixchel, maya; Coatlicue, azteca; La Nuna, de los esquimales; Maka Ina, de los Siux; Pele, en Hawai, además de otras como la africana Mawu; Khali, asiática, etcétera, todas divinidades adoradas y reconocidas en sus pueblos.

Entonces: ¿cómo perdieron su posición igualitaria entre los humanos?

Una lógica explicación es que el dominio del sacerdocio, la agricultura, la ganadería, el comercio y el poder militar, fue transformando los valores sociales de aquellos primeros pueblos colonizadores de la Tierra, siempre en detrimento de la posición de la mujer, que por su menor fuerza física perdió espacios en la galería de dioses, luego entre los pueblos, hasta terminar atendiendo a los hijos y cuidando las pertenencias del hogar; si acaso, dedicándose a los huertos familiares y el pastoreo menor.

El patriarcado suplía al matriarcado y los templos ocupados por hombres sacerdotes desplazaron a las mujeres, quienes descendieron de cuidadoras de templos hasta terminar -algunas culturas- como servidoras sexuales.

Finalmente, la creencia en un solo Dios, a imagen y semejanza del varón, acabó por dictarles la sentencia de "segundonas" entre los humanos.

Así, Entebas, la mujer del sumo sacerdote babilonio, era llamada "jefa de las concubinas"; las matronas romanas de la alta aristocracia llegaban al templo de Juno Sospita, para entrar en el culto de la prostitución sagrada; En Egipto, las diosas Hator y Bastet fueron adoradas como portadoras de la fertilidad; en Líbano, las matronas y doncellas se prostituían al servicio del dios Attar, sólo por mencionar algunos ejemplos.

Interesante que en muchas de las culturas, luego de servir en el templo, regresaban a sus hogares integrándose a la familia.

Las servidoras de templos podían tener una calidad de vida regular a buena; las desprotegidas, terminar practicando la prostitución.

En la Roma Imprial se llegó a contabilizar hasta 12,000 mujeres dedicadas a ello. Se les prohibía vestir como damas, debiendo usar ropas no lujosas, además de teñirse el pelo de rojo o azul -curiosamente costumbre náhualtl- y perdían la ciudadanía; algunas, las más bellas, podían hacerse amantes de algún rico, mejorando así su vida.

El judaísmo, cristianismo -no Jesús- e Islamismo, satanizaron a la mujer haciéndola responsable de la "caída de los hombres"; nunca más volvió a ser reconocida en igualdad de trato y derechos.

Los "padres de la iglesia" consideraron peligroso y profano la presencia femenina en templos y fueron desplazadas; Epifanio, ordenó "dejad que el Padre, el Hijo y el Espíritu sean adorados, pero no dejéis que nadie adore a María". Pablo menosprecia a la mujer y enaltece la abstinencia afirmando que el sexo es para procrear y adorar a Dios.

Así, la fuimos alejando de todo derecho de igualdad, aunque quedaban respetados e idealizados los atributos positivos de la mujer en la Virgen María, creciendo su devoción en la edad media, incluso por encima del Dios-sacrificado, llegando al extremo de que Alberto Magno la llamara "Gran diosa".

En fechas recientes, en el puritanismo de la era victoriana, las actividades en referencia a la mujer y el sexo fueron enmarcadas en la doble moral, usos y costumbres que quedaran plasmados en la teoría freudiana, que hasta la actualidad influyen en nosotros, caso de las hipótesis de castración y envidia del pene.

Así, la mujer, relacionada con la procreación, la vida y la fecundidad, ha sido maltratada y denigrada, aunque en los últimos cien años le empezamos a reconocer su valía e importancia y continuemos ensalzando su invalorable participación en la persistencia de la especie sobre la tierra.

Sin duda que le debemos el regreso al lugar preponderante que le corresponde; "diosa de la Luna y la procreación, que complementa al Sol generador de la vida en tierra fértil"; él ánimo necesario para el hombre, que le hace superarse para mejorar; la promotora para el cambio hacia lo nuevo y mejor; a trascender.

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ydarwich@ual.mx

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