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La ruta del Mar del Norte

Arquitectura clásica de Niedersachsen, Alemania

Arquitectura clásica de Niedersachsen, Alemania

(Cuarta parte) Entro a Alemania, pronto me percato que en Alemania la bicicleta es Príncipe, no Rey, como en Holanda. Los caminos de bicicletas siguen siendo muy buenos y separados de los caminos para vehículos motores, pero no son impecables.

En las zonas urbanas, tengo que compartir la acera con peatones, lo que nunca tuve que hacer en Holanda.

Pero en fin, en Alemania estamos. Alemania me recibe con lluvia intensa, lluvia mediana, lluvia ligera, lluvia, lluvia y lluvia. Pero como dicen los Escandinavos: “Det finns inte dålig väder, bara dålig kläder” / “No existe el mal clima, sólo existe la ropa inadecuada” (en cualquier idioma escandinavo, rima).

Venía bien equipado no sólo para sobrellevar las condiciones de lluvia, sino para disfrutarlas. Voy en dirección a Hamburgo empapado, rodeado de campo, de rayos, de truenos y de un aire delicioso. En Hamburgo, habría de descansar tres noches. Mi novia llegaría por su lado desde Suecia a la casa de Karla y René.

Otra amiga lagunera casada con un europeo, en este caso, belga, y que llevan años asentados en Hamburgo. Usualmente en mis viajes, la única fecha de llegada que respeto es el vuelo de regreso a casa. Me gusta ir a mi paso e ir improvisando el destino si es que hace falta.

Esta vez fue una excepción, prometí llegar con amigos y novia en un día y hora específicos. Panes se habían horneado, guisados se habían preparado, cervezas se habían enfriado para mi llegada. Tenía presión encima para variar. Para llegar más o menos a tiempo, tuve que completar dos etapas de casi 200 km. cada una de manera consecutiva, lo que me dejó exhausto.

Voy en una bici categoría trekking. Normalmente, una bici trekking genera menos del 50% de velocidad que una bicicleta de carreras. Adicionalmente, suelo cargar 20 kilos de sobrepeso. Dos etapas seguidas de 200 km. con esas condiciones fueron para mí un enorme esfuerzo.

Una de las grandes ventajas de hacer este tipo de viajes es que uno puede comer prácticamente lo que sea, en cualquier cantidad que se desee y de todos modos bajar de peso.

Además, el ejercicio hace que lo que se consume sepa mucho mejor que si se hubiese consumido en condiciones normales.

Hamburgo y la casa de Karla fueron buenos sitios para llegar con hambre y sed. Si en Holanda fueron los quesos, en Alemania fueron los embutidos y la cerveza, lo que pintó la sonrisa más amplia en mi boca.

Hamburgo es uno de esos lugares a los que aplica el dicho: “Entre más cambian las cosas, más se quedan como están”.

Hamburgo siempre ha sido y sigue siendo una ciudad rica y próspera. Cataclismos como las guerras mundiales sólo han servido de freno provisional. Eventualmente, la ciudad y la región se levantan, compiten y salen adelante. Gran parte del producto comercial alemán sale al mundo por los automatizados muelles de Hamburgo.

Últimamente, Hamburgo ha estado haciendo olas en la prensa mundial por sus medidas ambientalistas, creativas y sensatas. Aparte de apostar por las energías renovables, han implementado reglas como prohibir el uso de plásticos en utensilios de comida, de vasos y platos de plástico, de agua embotellada, de cápsulas desechables de café. Hamburgo no utlizará más el cloro para labores de limpieza, etc. Hamburgo tomando la delantera… Entre más cambian las cosas, más se quedan como están.

Me doy cuenta, al llegar con Karla, René y mi novia, que desde que dejé la casa de Thomas en Utrecht hace varios días, no había cruzado una sola palabra con nadie que no fuera para un objetivo práctico: Ordenar en un restaurante, preguntar un precio, preguntar por una dirección, preguntar disponibilidad en un camping. He cruzado en bicicleta España, Francia, Escocia e Inglaterra.

En todos estos países, sobre todo en el sur de Europa, no hubo día que extraños no se acercaran a mí a preguntar mi destino o a preguntar por mi bicicleta o por México, al darse cuenta de mi origen o para relatar algúna aventura propia.

La conversación casual y amigable fue pan de todos los días en esos países. Pero en el norte de Europa, la fama de gente fría e individualista es confirmada por la total ausencia de conversación casual con extraños (Nota: Como todo el mundo sabe, el Reino Unido no es Europa, es otra cosa). La única conversación entablada desde que llegué a Amsterdam había sido con personas con las que anteriormente tenía una relación.

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