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La tragedia de Chavita

No hagas cosas buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

Es más común de lo que parece encontrarse en cualquier calle perros callejeros por doquier. Los perros (animales divinos en general para muchos - yo soy uno de los que aprecian a estos animales- y para otros tantos resultan desdeñables), sin embargo son también un peligro potencial.

Hace apenas unos días, un perro de raza Pitbull mordió en varias ocasiones a un niño de cinco años de edad. El incidente fue terrible: Jesús Salvador, el infante de apenas un lustro de vida, perdió la vida por las mordeduras que le propinó el can.

Fue en la colonia Óscar Flores Tapia, al oriente de Monclova, la capital del acero coahuilense. El pequeño Chava llegó como solía hacerlo a la casa del vecino a jugar ¿a qué más puede acercarse un infante de apenas 5 años?, y sobrevino la tragedia. El Pitbull se encontró con el pequeño y lo persiguió. El desenlace es ya conocido; ayer fue el entierro de chiquitín. Una familia está destrozada.

¿Por qué tratar este tema aquí, cuando en apariencia hay temas que merecen más el comentario en este espacio, como la denuncia pública que hace el empresario Armando Guadiana Tijerina, referente a de los contratos en apariencia apócrifos o mañosos para robarse cientos de millones de pesos del erario de Coahuila, simulando arrendamiento de aviones y automóviles?

La respuesta es muy sencilla: la tragedia de Chavita es mucho más importante que las tropelías que evidentemente se cometieron en el sexenio del profesor Humberto Moreira y que se están encubriendo en el presente, o por lo menos han sido omisos en llamar a cuentas a los responsables.

Volviendo a lo importante, si bien es cierto que las circunstancias del ataque que sufrió el menor, refieren que el perro salió de un domicilio o que el nene entró en él, es menester poner sobre la mesa el asunto de los perros en la calle.

Claro que suena cruel instaurar una política de, perro que vague por las calles sea sacrificado, pero ahora sí que es un tema para evitar un mal mayor, particularmente cuando se trata de razas de perros tan poderosas como los Pitbull; más vale que un perro de esas características potenciales sea injustamente sacrificado cuando al paso del tiempo en un sitio público (un perro sin correa) aunque tenga dueño, se abra la posibilidad que se repita la tragedia de Salvador, aun cuando no haya descuido de adultos.

Claro que se pueden esgrimir argumentos que al final de cuentas el ataque que le cuesta la vida a Chavita pudo ser producto de una desatención de un mayor, ya sea de quienes detentaban su patria potestad, o bien de la dueña del perro involucrado.

En fin, ojalá nuestro gobernador o bien los alcaldes concluyan y propongan para que a través de las instancias correspondientes se legisle, o en su caso, desde el poder ejecutivo se generen los reglamentos para impedir que perros como los Pitbull, o los Rottweiler o aquellas especies que por sus características propias son suficientes para en determinadas circunstancias causar lesiones como las que sufrió el pequeño monclovense, que hoy descansa en paz.

Nos tiene que doler el deceso de Jesús Salvador, y se tiene que poner atención en este tema. Valgan entonces estas líneas y que sirvan como un espacio de respeto para los deudos, y ojalá que los perros bravos no puedan estar ni un segundo en la calle sin control, no se vaya a repetir la historia de Chavita, aunque haya ya más antecedentes.

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