Extraños tiempos éstos en los que el maltrato a un animal genera una ola de indignación que, por mucho, no provoca la muerte de un ser humano, ni siquiera la de un recién nacido al que el sistema público le ha negado su derecho a la salud y a la vida. Hoy siete familias laguneras están de luto por el deceso de sus pequeños hijos en condiciones cuando menos cuestionables dentro del Hospital General de Torreón, el cual apenas cumplió la semana pasada un año de inaugurado y ya acumula un negro historial de problemas, carencias y descuido.
Los casos de esos bebés, que actualmente investigan el departamento jurídico de la Secretaría de Salud de Coahuila y la Comisión Estatal de Derechos Humanos, no sólo lastiman a sus allegados sino que también representan una ofensa para toda la comunidad por la forma en la que fue concebido y desarrollado un hospital que en su momento se vendió como el mejor en Coahuila. Este nosocomio da servicio a 300,000 usuarios de toda la Comarca Lagunera, los más pobres de la región que no cuentan con seguridad social.
Cuando en enero de 2010 se anunció el proyecto del hospital, en tiempos de Humberto Moreira, se dijo que contaría "con todas las especialidades" y que sería el más grande construido en la administración. Con una inversión de casi 400 millones de pesos representaba la obra de infraestructura sanitaria más importante desde 1993, según los propios promotores. Los trabajos estaban proyectados para arrancar de inmediato y terminar unos meses antes de que concluyera el sexenio, es decir, a mediados de 2011. Pero esto no ocurrió.
El proyecto brincó la administración y en medio del peor desastre financiero de las últimas décadas de la historia de la entidad, muy pronto resultó obvio que no había recursos para terminar la obra. En principio, la promesa del nuevo gobierno, encabezado por Rubén Moreira, fue la misma: un hospital de especialidades. Sin embargo, conforme pasaron los primeros tres años del sexenio se fue disminuyendo la expectativa. Ya no sería un hospital "con todas las especialidades", sino sólo con algunas, y que vendría a sustituir al viejo Hospital General del segundo cuadro de la ciudad. Pero el costo no disminuyó.
Cuando el hospital por fin fue inaugurado el 5 de agosto de 2015, la inversión terminó siendo de 420 millones de pesos, pero por un inmueble con características inferiores a las anunciadas seis años atrás. Y desde el principio, la falta de recursos y las carencias se hicieron evidentes. Desabastecimiento de medicamentos, déficit de personal -al menos de 100 empleados-, escasez de insumos y necesidad de más equipos. Prácticamente el nuevo hospital importó los problemas del viejo nosocomio con la diferencia de estar ahora en un inmueble recién construido.
Durante el año que tiene de operación, los medios han dado cuenta de los problemas en el Banco de Sangre, la suciedad en el exterior e interior del edificio, problemas en los baños, "vicios ocultos" de las obras y la operación bajo protesta del personal que dice no contar con los trabajadores e insumos suficientes. Las fallas en el nuevo centro de salud no son nuevas y en Saltillo no han tomado cartas en el asunto, con todo y que hay nuevo secretario de Salud, Jorge Verástegui, de quien se dijo tenía en principio la consigna de poner fin a tantas carencias en el sistema sanitario estatal.
El asunto hizo crisis con la muerte de tres recién nacidos hace dos semanas. A la fecha ya suman siete casos registrados antes y después. La reacción de las autoridades médicas ha dejado mucho a desear, sobre todo desde la jerarquía estatal, que ha sido omisa y errática a la hora de dar explicaciones. Primero se intentó culpar a las familias por su pobreza y supuesta ignorancia. Luego se intentó responsabilizar al Instituto Mexicano del Seguro Social. Al final tuvieron que reconocer que era necesaria una investigación para deslindar responsabilidades. Y ahora nadie quiere dar la cara.
Para Javier Quintero, presidente de la asociación altruista Donadores Laguna, que ha estado muy cerca de las familias que han perdido a sus bebés para que se esclarezcan los fallecimientos, el problema no está tanto en el personal que trabaja en el nosocomio, que hace lo que puede con lo poco que tiene, sino en la falta de voluntad de la Secretaría de Salud de Coahuila para dotar al hospital de lo necesario para dar el servicio de calidad que merecen los laguneros más vulnerables.
¿Cuántas muertes más tienen que ocurrir para que haya una reacción contundente de la autoridad estatal? ¿Qué están haciendo el secretario Verástegui y el gobernador Moreira para resolver la crisis del Hospital General de Torreón? ¿A qué se debe la falta de recursos y el abandono en el que tienen al centro de salud? Lo que está pasando ahí debería mover a la indignación y a la acción de todos los laguneros porque, sencillamente, hay vidas humanas en juego.
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