— Huxley
HUBO POCA SUSTANCIA…
y muchas aseveraciones que quizá nos confunden, en las entrevistas que el presidente Enrique Peña Nieto concedió a dos reconocidos medios de circulación nacional. Sin menoscabo a la labor periodística y trayectoria de quienes platicaron con él, percibo que ciertas preguntas planteadas quedaron a deber, las sentí un tanto complacientes, como no queriendo incomodar al jefe del Ejecutivo.
La apreciación presidencial de las cosas y el optimismo que muchos no comparten, contrasta con la realidad que enfrenta el país y los ritmos de una sucesión adelantada. No por ello deja de ser interesante y valioso lo que dijo el mandatario pero, sobre todo, la interpretación de lo que calla, que no es poca cosa.
Recordemos que han sido contados los encuentros del presidente con los medios; le cuesta mucho salirse del guión y ser espontáneo. Destacan los escenarios a modo, la ausencia de cuestionamientos francos y periodistas que se atrevan a ir más allá. Siendo sinceros, a Enrique Peña Nieto casi no lo sientan con comunicadores incómodos, hipersensible la piel gubernamental en esta administración en lo que a la crítica atañe.
Los asesores del presidente fallan a la hora de ofrecerle al público un modelo de comunicación moderno y disruptivo donde se interactúe con los ciudadanos, lejos de la pompa y circunstancia priista de otros tiempos en la que fue formado Peña. Hace falta comunicarse de manera bidimensional, es decir, más diálogo y menos monólogos. A menudo he señalado que el presidente es un hombre joven atrapado en fórmulas y expresiones acartonadas. Peña Nieto, intuyo, confunde el respeto a la investidura con ser excesivamente formal en su comunicación. Eso, claramente, ha dejado de funcionar en política y sobre todo a la hora de hablare a los jóvenes.
Peña Nieto se enreda y dice poco, o repite ideas y conceptos que llegan a marear. En tiempos de Felipe Calderón, el discurso se tornó monotemático: guerra y más guerra contra el narco, casi no se hablaba de otra cosa. Con Peña Nieto, casi todo el mensaje busca apuntar los beneficios (todavía no vistos) de las reformas, y hasta allí.
La sucesión presidencial…
Peña Nieto aseveró que será respetuoso de los tiempos de su partido y dice que no meterá las manos en la sucesión del 2018. Lo cierto es que todos los presidentes de la historia moderna –incluyo a los de extracción panista- quisieron influir para colocar a su sucesor en Los Pinos.
En fechas recientes, Vicente Fox trató de imponer a Santiago Creel pero paralelamente le dio rienda suelta a su esposa, Marta Sahagún, para que construyera sus propias aspiraciones. A Don Vicente no le interesó gran cosa gobernar y compartió el poder, ente indivisible, con Marta. No contaba con que el hijo desobediente, Felipe Calderón, le descompondría todo el proceso sucesorio.
Calderón, se dice, quiso colocar a Juan Camilo Mouriño pero no pudo por razones de sobra conocidas. Ya en campaña, a Josefina Vázquez Mota la dejó –y la dejaron- completamente sola. Basándonos en los ejemplos anteriores, resulta muy difícil creer que Peña no querrá operar políticamente para colocar a un cercano que le cuide las espaldas. Así funciona el sistema político mexicano, por esa senda habrá de continuar aunque el próximo presidente emane de un partido de izquierda o triunfe un candidato independiente.
Sin embargo, Peña Nieto sabe y entiende que ante la debilidad institucional manifiesta y las nuevas formas de hacer política, la carrera por el 2018 comenzó hace mucho. Con una frase lapidaria, él mismo ha dado luz verde a las aspiraciones de algunos. “El que se mueve sí sale en la foto”, dijo. En sus marcas, listos, fuera pues. Presiento que aunque les haya dado permiso de moverse, en Peña recaerá el gran dedo elector que elija al candidato del PRI. Hay genes que no cambian y en el prisimo están más arraigados que nunca.
Eso y otras cosas dijo el presidente en las entrevistas. Le faltó sustancia. Lástima.
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