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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

Canto de gloria para las mujeres

Los que nacimos hace ya algunos añitos, nos ponemos a pensar en qué condiciones llegamos a este mundo y cómo fue nuestra infancia y nos preguntamos cómo pudimos sobrevivir a condiciones tan diferentes a las que se presentan hoy en día.

Por lo pronto, a este que les habla - o sea, yo - en lugar de un médico especialista, lo trajo al mundo una comadrona, empírica - o sea, que aprendió su oficio de partera en la práctica, tal vez pensando que "echando a perder se aprende" - y que además era alcohólica.

En aquellos tiempos, no se tenía el recurso de una operación cesárea en caso de que el parto se complicara. Además, para la madre era mucho más difícil tener y mantener un bebé, aparte de que las creencias religiosas hacían impensable el control natal y había que tener todos los bebés "que Diosito nos mande", así que lo más común era una familia numerosa, como en el caso propio, en que fuimos nueve hermanos.

La mujer recién parida tenía que levantarse a lavar los pañales porque ni pensar todavía en que existieran los desechables. Además, había que hervir los biberones que eran de vidrio y las mamilas. Tenía además que estar cambiando los pañales al bebé y sujetándolos con unos "seguros", con los que había el peligro de pinchar al pequeño o a ella misma.

A veces - no siempre era posible - la mamá de la mujer, o una hermana quizá, o una tía, le ayudaba en todos esos menesteres para que ella se quedara acostada por lo menos a ratitos para recuperarse del parto y aún esos momentos no eran totalmente tranquilos, pues tenía que aprovecharlos para darle "el pecho" al bebé y a veces se le juntaban dos niños, el recién nacido y el de dos años, que "desayunaban y almorzaban" donde mismo.

Además, hay que pensar que el bebé y aún los demás niños necesitan quien los ayude a vestirse, a ir al baño, a llevarlos a pasear, a atenderlos cuando se enfermaban y a llevarlos con el médico y a darles la medicina puntualmente para que puedan recuperar la salud.

También, era frecuente que la mujer con una mala alimentación tuviera problemas de obesidad o de várices o de las dos cosas y algunas más, y todavía atender a los requerimientos del marido que quería y muchas veces exigía "su entrego", pues era también una orden de la religión que profesaban.

Total, quisiera que este artículo fuera un canto de gloria para las mujeres que han dado su vida por formar una familia, aún luchando denodadamente contra las circunstancias adversas. ¡Honor a quien honor merece!

ESCRÍBALE A DON JUAN RECAREDO. SU CORREO ES comodijo2@hotmail.com.

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

Ruth Morales. ¿Por qué los números 11, 12, 13, 14 y 15 no se llaman diesiuno, diesidos, diesitres, diesicuatri y diesicinco?

RESPUESTA:

Porque no hay regla que lo determine así. Los nombres de los números como muchas otras palabras se forman por factores muy diversos.

Me retiro con este pensamiento: El carácter no se quiebra, pero se estira. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

Por: Juan Recaredo

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