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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

La extraña vida de una cantante

Era un frío día de octubre de 1963 cuando un cortejo fúnebre avanzaba por las calles de París, seguido por 40 mil personas que silenciosamente derramaban amargas lágrimas. Había muerto el gorrión parisino. Una mujer vestida de negro que no medía más que 1.53 mts. de estatura, había vivido intensamente sus 47 años, hasta que cayó abatida por las enfermedades y las drogas.

Edith Piaf había llenado su vida de amor con los hombres más guapos y también con algunas mujeres. Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour y George Moustaki, fueron algunos de los que estuvieron en sus pequeños brazos y disfrutaron su minúsculo cuerpo. Se dice que la actriz Marlene Dietrich le regaló un enorme diamante después de una apasionada noche de amor. Hubo otros no tan famosos pero sí apolíneos que la adoraron como la veneraba el ambiente musical, primero en París y después en todo el mundo.

Su padre era un borracho perdido, que el día de su boda andaba alcoholizado al grado de que hubo que ir por él para llevarlo a la iglesia. Su madre era una cantante callejera también adicta al alcohol y cuando iba a nacer Edith, salió a la calle y ahí, debajo de una farola de la rue de Belleville, la pequeña Edith Giovanna llegó a este mundo.

Como la mujer era demasiado pobre, entregó a la recién nacida al cuidado de la abuela, quien en lugar de leche le daba vino en el biberón con la excusa de que con eso se le mataban los microbios.

Cuando Edith tenía 10 años, su padre enfermó gravemente y la pequeña se lanzó a cantar en la calle, recogiendo las monedas que los transeúntes le arrojaban. Cantaba La Marsellesa, el himno nacional de los franceses, porque era la única canción que ella sabía.

A la Mome Piaf (el gorrión) se le deben numerosas canciones que se cantaban y se siguen cantando en todo el mundo. La vie en rose, Himne a l→ amour y La Foule, que se difunde en Latinoamérica como "Que nadie sepa mi sufrir". Cuando cantaba Non, je ne regrette rian (No me arrepiento de nada), se le llenaban los ojos de lágrimas.

No, no me arrepiento de nada, ni del bien que me han hecho, ni tampoco del mal. Todo eso me da igual. No, no me arrepiento de nada. Todo está pagado, barrido, olvidado… Me importa un bledo el pasado. Con mis recuerdos, he encendido el fuego, mis penas, mis placeres… Ya no los necesito. No, no me arrepiento de nada, porque mi vida, porque mis alegrías hoy comienzan contigo.

El último amor de su vida fue el griego Théo Sarapo, apuesto joven 20 años menor que ella. Sólo un año duró esta relación que terminó al morir la Piaf. Sarapo heredó la "inmensa fortuna" que dejó su amante, que no eran más que deudas y él tardó siete años en pagarlas. Después, se suicidó.

ESCRÍBALE A D. JUAN RECAREDO. SU CORREO ES comodijo2@hotmail.com.

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

Luciano Lázaro. ¿Cómo se dice, plantar una planta o sembrar una planta?

RESPUESTA:

La expresión "plantas una planta" es repetitiva y produce cacofonía (mal sonido). Lo correcto podría ser "sembrar una planta".

Me retiro con esta reflexión: Estudia como si fueras a vivir siempre. Vive como si fueras a morir mañana. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

Por: Juan Recaredo

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